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Maruja Torres llenó la sala de actos de El Baluarte de la Candelaria. / O. CHAMORRO
MARUJA TORRES ESCRITORA

«Cada mañana hay que tomar la misma decisión: vivir o vegetar»

La ganadora del Premio Nadal desgranó en la Feria del Libro de Cádiz con mucho sentido del humor los motivos que la llevaron a escribir 'Esperadme en el cielo'

DANIEL PÉREZ
| CÁDIZActualizado:

Tenía que sacudirse, como fuera, la resaca de una depresión machacona, purgar la pena, exorcizar la rabia. «Mis amigos, que me habían marcado durante toda la vida, acababan de abandonarme justo cuando yo necesitaba reaprenderlo todo de nuevo, con algo más de sesenta años, cuando estás igual de desconcertada que a los 12 años». La muerte de Manuel Vázquez Montalbán y Terenci Moix sumió a Maruja Torres en una «dejación crónica». Se sentía «decepcionada y desorientada», pero sabía que la condición humana obliga a la supervivencia, «que la vejez tiene para ti una buena noticia y una mala: la mala es que los demás se mueren, la buena es que tú sigues viva para verlo».

Su cuerpo, «profundamente conservador», tendía a la abulia del sofá, pero su alma se rebelaba contra la idea de «vegetar hasta el final de mis días», así que se refugió en una extraña terapia, bautizada por ella misma como «el espiritismo laico». «Hablaba con mis amigos. A Vázquez Montalbán le preparaba bacalao, y a Terenci le ponía películas».

Pero hubo un momento en que esos diálogos de ultratumba no daban para más, y decidió escribirlos. De ahí, según contó ayer en la Feria del Libro de Cádiz, surgió Esperadme en el cielo, la novela con la que Maruja Torres logró el Premio Nadal en su última edición. La novela es un cuento para adultos, «precioso» y «triste», en el que los tres escritores «vuelan junto a Peter Pan y se divierten con Alicia, la protagonista de Alicia en el país de las maravillas, bajo apariencias surrealistas: «Terenci tiene el pelo de todos los colores y Manolo es Carvalho», dijo la autora, no sin pedir disculpas a los familiares de los autores fallecidos: «Son los míos. Todos tuvimos a nuestros Terenci y Manolos».

El marco de la guerra del Líbano de 2006, en la que Torres se vio involucrada -reside desde hace años en Beirut-, le hizo pensar en que las opciones que tenía eran «vivir o vegetar», una decisión fundamental «que hay que tomar cada mañana». «Llevaba una vida conformista y triste», recordó la escritora. «Y la escritura fue, una vez más, el revulsivo que me ayudó a escapar».