
Zapatero ofrece un torrente de medidas de fácil consenso para desarmar al PP
Recorta la deducción por vivienda, promete ayudas directas a la compra de coches y reduce el gasto en 1.000 millones
| COLPISA. MADRID Actualizado: GuardarJosé Luis Rodríguez Zapatero llegó al Debate sobre el estado de la Nación con una estrategia diseñada con cuidado para desconcertar al contrario. Después de haber calentado el ambiente con el enardecido discurso de izquierdas del mitin de Vistalegre este domingo, el presidente del Gobierno se abotonó el traje de hombre de Estado, se subió a la tribuna de oradores del Congreso y desde allí disparó una ráfaga de medidas económicas del más variado signo con las que trató de desarmar a la oposición.
Esta vez no hubo un único golpe de efecto, como el cheque-bebé de 2007, sino un aluvión de propuestas que el PSOE defiende como socialdemócratas, pero que se alejan de posiciones maximalistas. Las hubo, incluso, muy cercanas a planteamientos del PP, como la reducción de 1.000 millones de euros del gasto corriente, ayudas directas a la compra del automóvil o la reducción del Impuesto de Sociedades para pequeñas y medianas empresas; en este caso, con la diferencia de que los populares eran partidarios de que la medida se generalizara y Rodríguez Zapatero la limitó a sociedades con menos de 25 empleados que mejoren o mantengan su plantilla media de 2008.
Otras, como la eliminación de la deducción por hipoteca para quienes tengan rentas superiores a los 24.000 euros anuales, marcan diferencias. Aunque es un distanciamiento con trampa porque, pese a defender que este tipo de desgravación, aprobada por los Gobiernos del PP, contribuyó enormemente a la escalada de los precios, el PSOE no la suprimirá de inmediato, sino que la mantendrá hasta 2011. Con la esperanza de que, de este modo, se conseguirá sacar al mercado cerca de un millón de viviendas ahora de dudoso futuro.
Lo cierto es que, de las 35 páginas de discurso, alrededor de treinta estuvieron dedicadas al anuncio de iniciativas para hacer frente a la crisis. Algunas, como las mencionadas, para «parar el golpe» (expresión del propio Rodríguez Zapatero), otras para intentar construir un nuevo modelo de crecimiento. Y todas con una particularidad: que no son del todo incompatibles con los postulados del primer partido de la oposición.
Tras meses defendiendo que su seña de identidad son las políticas sociales, el jefe del Ejecutivo dejó pasar la oportunidad de hacer anuncios sonados en este terreno. Se limitó a resumir lo hecho y prometió que las personas sin empleo son quienes han guiado y seguirán guiando en el futuro su acción política.
Rodríguez Zapatero quería golpear, y golpear primero, en la línea de flotación del PP, que ha hecho de la política económica su único caballo de batalla. De hecho, apenas se refirió a la acción de ministerios de otra índole, salvo el de Educación y el de Interior. No hay discurso presidencial en el Debate de la Nación que no haga una mención al terrorismo, pero el jefe del Ejecutivo se despachó el asunto en tres párrafos y una frase: «Juntos estamos más cerca del fin».
Errores y ofertas
El arranque fue muy medido. Rodríguez Zapatero, escarmentado tras su último balance de la situación económica, en el que recibió un rapapolvo de todas las fuerzas, dejó atrás los tonos triunfalistas e incluso salpicó su introducción con inusuales reconocimientos. «Es evidente que el Gobierno se ha equivocado sucesivamente en sus previsiones durante este último año», admitió. Fue una asunción de culpa subsidiaria, porque remarcó que no ha sido el único, que todos los ejecutivos y organismos internacionales patinaron.
También llegó a calificar de «abrumadora» la cifra del paro y aseguró, en un intento de empatizar, que es el primero en «compartir la impaciencia» por la tardanza de los resultados del Plan E. Pero, acto seguido, recordó que el conjunto de medidas dirigidas a empresas y ciudadanos comenzaron a aplicarse hace tres meses. «Son sólo tres meses y estamos ante la recesión económica más grave desde la Segunda Guerra Mundial; necesitaban su tiempo y ya están aflorando», insistió.
El colofón fue una oferta de diálogo, que quedó desdibujada porque no la definió en sus justos términos y porque el propio Rodríguez Zapatero optó por descafeinarla. En el discurso impreso que se repartió a la prensa hablaba de «gran pacto», pero sus palabras en el hemiciclo lo dejaron en «acuerdo».