El periodista Daniel Pérez junto a la escritora Nativel Preciado. /NURIA REINA
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De la vida y sus faenas

Nativel Preciado presentó ayer en el Baluarte de la Candelaria 'Llegó el tiempo de las cerezas' en el que barre el miedo al paso del tiempo y reivindica la vejez

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
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El optimismo sabe gritar y lo hace con fuerza desde las páginas de Llegó el tiempo de las cerezas, el último libro de Nativel Preciado. La escritora vino ayer a Cádiz, al Baluarte de la Candelaria, para presentar este trabajo en la Feria del Libro, de la mano del periodista de LA VOZ, Daniel Pérez. Y contó al público cómo escarbó en su alma y en la de otros títulos, para inventarse a Carlota, la protagonista, con su vida encrespada; cómo le pegó amigos a esta mujer, que limpiaran la mugre de su cabeza, que le enseñaran a no pasar su vejez disimulada en los rincones, y a golpear ese miedo que le hurgaba en la dignidad por cumplir 60 años.

Así surgió Llegó el tiempo de las cerezas, hace ya tiempo, aunque las promociones aún continúen. Claro que ahora, la cabeza de Nativel está en otra historia, en otro libro del que no va a desvelar nada. Lo advierte y no hay manera de disuadirla. Sólo suelta que en una comida le dijeron que esta nueva historia que está fraguando «no vende». Da igual. La escritora es de las que se asoma a los retos con la indiferencia de un suicida. ¿Qué no? Echen un vistazo a su trayectoria: periodista política que despuntó a finales de los sesenta en el desaparecido diario Madrid, sorteando las tijeras del régimen franquista; testigo directo de la Transición, colaboradora en diferentes emisoras de radio, finalista del Premio Planeta con su primera novela El Egoísta, y más cosas y más premios... Que se lo digan a las traductoras de lenguaje de signos, desbordadas ayer en la presentación. Y el currículo sigue hasta la actualidad, hasta Llegó el tiempo de las cerezas, su participación en Los desayunos de TVE, sus columnas en el diario Público, sus proyectos... Esto es un no parar.

Nativel dice que está desperdigada en cada uno de los personajes de sus libros. No lo puede evitar. Pero es que aquí, en Llegó el tiempo de las cerezas, también cita a centenarias con las venas rellenas de energía. El ejemplo lo pone ella misma: la italiana Rita Levy, Premio Nobel que descansa sus cien años en unos enormes tacones cuando haga falta.

«Hago lo que quiero»

La pregunta le hace sonreír: ¿Sus novelas terminan donde quiere o donde le obligan? Ja, aquí es contundente la escritora y se explaya: «Decidí no tener agentes literarios que me obligaran a hacer cosas que no quería, por eso no vivo de la literatura, no estoy obligada a escribir un libro por año. Hago lo que quiero y me responsabilizo de todo porque nadie me ha metido prisas. Yo vivo del periodismo».