
Iniesta se perderá la final
El Villarreal retrasa el alirón azulgrana, que pierde al manchego por una lesión muscular
| ENVIADO ESPECIAL. BARCELONA Actualizado: GuardarEl Barcelona acabó ayer el partido ante el Villarreal con dos malas noticias: la primera relativa al alirón liguero, que deberá esperar una semana más, y la otra, más dolorosa, hace referencia a la lesión de Andrés Iniesta. El manchego sufre una rotura en el recto anterior de su muslo derecho y se perderá la final de Copa ante el Athletic. No hay dudas. Ninguna. Lo confirmó el propio Pep Guardiola. «Está definitivamente descartado. Su cuerpo ha dicho basta». Los servicios médicos del Barça tratarán de rescatarle para el duelo crucial ante el Manchester United, los diablos rojos, que se disputará el 27 de mayo en Roma. Tienen 16 días. El crono ya está en marcha.
Iniesta fue recibido ayer como un héroe en el Camp Nou. Como lo que es. Su nombre sonaba atronador en el anfiteatro azulgrana. Había algo mágico en la forma en la que le saludó la afición. Más que reconocimiento, lo que le dispensaron fue veneración. Aguantó los 94 minutos en el campo -los últimos cuatro le sobraron al Barça, que ya se veía campeón-, y se retiró cabizbajo a los vestuarios. Habló con los médicos. Los galenos exploraron su pierna derecha y supieron de inmediato que estaba descartado para el choque ante el Athletic. Verá el partido desde el sillón de su casa, entre algodones, a la espera del primer título. Ayer no pudo ser.
Porque el Barcelona es un club respetuoso con las tradiciones. Las dos últimas Ligas las celebró lejos de casa y, si la lógica se impone, volverá a hacerlo dentro de una semana en Mallorca. Toca esperar. Siete días más. Tenía el título en la mano, el partido encarrillado, un Camp Nou entregado, pero el gol de Joseba Llorente en el descuento congeló lo que fue durante noventa minutos una caldera de emociones y cánticos. La mayoría de ellos estaban dirigidos a Iniesta, que arrancaba aplausos a cada toque que daba. Ahora tendrá que parar. Por imperativo muscular. «Su aportación al equipo es maravillosa y espero que no sea nada grave», avanzó Dani Alves nada más terminar el encuentro. Teme lo peor. El concurso del albaceteño en la final de 'Champions' y en lo que queda de Liga está bajo el signo de interrogación.
Conviene recordar que el Real Madrid asfaltó el camino al Barcelona. No pudo ni quiso defender su orgullo en Valencia e invitó a los azulgrana a acomodarse en el trono. Nada de retrasar el alirón, para qué, los blancos ya no compiten, sufren. Y el Villarreal les hizo el peor favor de su vida: prolongar su agonía una semana más. Obligados a sudar. A pesar del varapalo de ayer, indigesto por inesperado, el Camp Nou vibró con los hombres de Guardiola. Casi 100.000 gargantas coreaban el nombre de Iniesta. Tuvo que saludar para que pararan. Ni por esas. Quizás ya no tengan la oportunidad de hacerlo en lo que resta de temporada. Ya no manda él, sino su cuerpo. Lo que tarde en cicatrizar.
Cava sin descorchar
Desde las primeras horas de la tarde, soleada y con olor a victoria, cientos de personas se agolpaban en la fuente de Canaletas. Presagio de una gran noche, que se desvaneció en el mismo instante en el que marcó Llorente. De nombre Joseba. A Fernando le tocará hacerlo el miércoles. El Barça no supo conservar la ventaja de 1-3 -jugaba con uno menos por la expulsión de Abidal- y se dejó empatar en el último suspiro. Injusto. Poco ofreció el Villarreal y, sin embargo, encontró su pepita de oro. Nadie quería esperar, aguardar una semana más, sino celebrar, cantar al triunfo. De momento, el cava se ha quedado sin descorchar. En la nevera del futuro campeón. No tardará en correr.
Guardiola sacó la artillería pesada ante el conjunto de Pellegrini. Torpedos cargados de fútbol contra el blindaje castellonense. El técnico lo había avisado con antelación: «En estos cuatro días nos van dos títulos; cuanto antes los vayamos recogiendo, mejor». Como si fueran frutas, que caen de maduras. La primera aguantó, titubeante, sujeta por una rama impertinente. Ahora asoma Mestalla, el Athletic. Otro frente al que mandar las tropas. Porque el apetito de un equipo campeón roza la gula y la Copa es un plato más de un total de tres que figuran en el menú azulgrana. El último, la final de Roma, adquiere la categoría de postre para endulzar una temporada tocada por los ángeles.
Al saltar al campo, Guardiola palpó los dos bolsillos de su americana. Vacíos. Es ahí donde quiere guardar los títulos. «Todavía no tenemos ninguno», recordó el sábado para frenar la euforia. Sabía lo que decía. El Barcelona demostró ante el Villarreal -una vez más- que su juego entronca con las raíces del talento y la belleza. Las cifras, siempre frías, incapaces de reflejar las emociones, alumbran una realidad aplastante: los azulgrana sólo han perdido cuatro de los 55 partidos disputados entre Liga, 'Champions' y Copa. Y hay más: han marcado 146 goles y sólo han encajado 48. Por eso serán campeones. Por eso están en la final de Copa. Por eso viajarán a Roma. Por eso y porque su fútbol es una propuesta tejida por la imaginación.
El Camp Nou dejó de ser un estadio para convertirse en un crisol de sensaciones. La espera carcomía. Unos pedían beatificación inmediata de Andrés. 'Santo súbito'. Lesionado. Otros mostraban pancartas con destino a Roma. La ciudad eterna. El Villarreal, elemento perturbador, aplazó lo que parecía inminente. Un campeonato liguero que el Barça perfiló durante 33 jornadas y lo esculpió en el Bernabéu. Le falta el remate final, el adorno, colocarlo en las vitrinas. Cuestión de días. Antes, sin embargo, deberá mirar a los ojos del león. Sólo verá hambre. Y no tendrá a Iniesta.