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La ocupación media de los campos de golf de la provincia no supera el 50%
Si la situación se prolonga durante unos años, «algunos tendrán que vender o cerrar», según el presidente de Atlantee, Emilio Lustau
Actualizado: GuardarLos campos de golf no son rentables. Los recorridos de la provincia estiman una ocupación media del 50% al año, cuando el umbral de pérdidas se sitúa sobre el 60%, aproximadamente. «Si esta situación se mantiene durante cinco años, muchos saldrán a la venta», explicó el presidente de la asociación de campos de la cuenca atlántica, Atlantee, Emilio Lustau. Esta agrupación es la más representativa de la provincia, además de ser la pionera en España en asociacionismo independiente, porque incluye a trece de los 23 recorridos gaditanos.
La crisis ha sido definitiva para registrar estos niveles tan bajos de ocupación pero el problema se remonta al boom inmobiliario, ya que en sólo cuatro años -desde 2004 a 2008- se duplicó el número de estas instalaciones deportivas comerciales en la Bahía: de seis campos a trece. De ahí que en la época de máxima euforia económica, hasta 2002, estos negocios registrasen una ocupación del 100%. Pero la tarta ha ido perdiendo volumen y se han sentado a comer el doble de invitados. Esta cuenta tan clara tiene una matización. Es cierto, como explican los directores de campos, que el número de jugadores de golf ha crecido pero el número de green fees -derechos de juego- que se ofrecen en Cádiz al día subió de forma exponencial en un periodo de tiempo muy corto.
La amenaza que se cierne sobre la rentabilidad de los recorridos de golf ya se ha materializado en algunos casos con las primeras víctimas en Andalucía. Así ha ocurrido con las instalaciones de Almonte, que han salido a la venta y están a punto de cerrar. Muchos de estos recintos vienen perdiendo dinero desde 2005, pero la crisis de las aerolíneas que ha bajado el volumen de vuelos al aeropuerto de Jerez en un 25%, ha sido un golpe difícil de aguantar, ya que la mayoría de los agentes extranjeros buscan ofertas en lugares con un rápido acceso y el hecho de tener que hacer transbordo desde Sevilla o Málaga frena la decisión de compra. La situación económica de Reino Unido -donde la libra ha perdido mucho de su valor- y en Alemania, de donde proceden la mayoría de los aficionados a este deporte, tampoco ha ayudado a la bonanza de esta actividad.
Como ejemplo de la inversión y los gastos que conlleva un campo de golf, pongamos de ejemplo un recinto de tipo medio, con dieciocho hoyos: la empresa necesita unos ingresos de 3.000 euros de media al día sólo para abrir. La plantilla mínima suele rondar los 30 trabajadores. Estos gastos son fijos porque un campo de golf necesita mantenimiento todo el año, «no tiene un ala que se pueda cerrar como en un gran hotel», puntualizó Lustau. Para conseguir este nivel de ingresos tendrían que entrar al día entre 80 y 90 jugadores en cada campo de golf, ya que el green fee medio en la provincia de Cádiz sale a unos 30 euros -y en esta cuenta están incluidos desde los más caros que entran por la touroperación extranjera hasta los abonos de socios-.
Como argumenta el representante de Atlantee, esta provincia es una de las más baratas para jugar al golf, «mucho más económica que la vecina Málaga», sobre todo, si se tiene en cuenta que son recorridos de excelencia, ubicados cerca de o en parajes naturales difíciles de encontrar en otros destinos turísticos y con una planta hotelera de lujo. «No hemos sido capaces de repercutir esa excelencia de la que tanto se habla en el precio de green fee», expresó Lustau a modo de autocrítica, «pero es que no es fácil vender un destino joven como éste a unos touroperadores extranjeros que manejan ofertas de todo el mundo».
Para capear este temporal, cada recorrido gaditano ha buscado su fórmula. En el caso de Costa Ballena Golf, por ejemplo, la dirección lleva un tiempo apostando por su campo de entrenamiento, algo que le ha traído la afluencia de congresos de empresas, «además de las selecciones nacionales que vienen a entrenar a nuestras instalaciones», explicó el director del campo, Carlos Pérez-Plá.
En el caso de Villanueva Golf, la estrategia seguida por la empresa ha sido la organización de numerosos campeonatos en su terreno de juego dirigidos al público nacional «y la apertura de un restaurante, Birdie Golf & Food, con la intención de incentivar la llegada de clientes», argumentó el director Oliver Gunther, quien añadió que su campo ha crecido este año en número de jugadores «pero porque es un recorrido nuevo y todavía es poco conocido entre los aficionados. Aún no hemos tocado techo».
Para el propietario de Fairplay Golf, en Benalup, «la estrategia es mantener unos precios razonables siempre, en crisis y sin ella». Devos afirmó que en época de bonanza muchos negocios «no han tratado con justicia a los clientes y eso perjudica a todos. Nuestro green fee medio se mantiene a 40 euros».
Más competencia
Respecto a la creación de nuevos campos -hace unos días la Junta dio el visto bueno a la viabilidad medioambiental de otro en la Sierra, que completará el recorrido de Arcos Garden-, el sector se muestra tranquilo porque la avalancha de aperturas ya cesó. Los que se aprueben ahora, que están saliendo con cuentagotas, tardarán entre cinco y siete años en abrir sus puertas y para entonces «muy mal lo tendremos que haber hecho para remontar esta crisis», sentenció el representante de los negocios de la Bahía, que se mostró confiado en que ahora la oferta se autorregula más y en que las instalaciones son de una calidad excelente y no asociadas a «ningún pelotazo urbanístico, como antes». El drama sería mayor si ahora se abriesen más campos, pero esto no va ha ocurrir.
Como en otros negocios turísticos, como los hoteles, la crisis también se nota en el gasto de los jugadores. El director de Golf Costa Ballena, Carlos Pérez-Plá, explicó que aunque su recorrido tiene público «sobre todo porque se busca la fórmula de atraer a principiantes con el campo de prácticas, los jugadores cogen menos carritos, compran menos en la tienda y gastan menos en el restaurante». De todas formas, estos servicios son independientes del terreno deportivo y no todos los campos ofrecen los mismos ni de la misma calidad.
Otra lucha pendiente es la estacionalidad, una guerra que libra todo el sector turístico y que también se da en estas instalaciones deportivas. La campaña de golf se extiende desde el mes de septiembre hasta mayo. Pero hay meses como los primeros y los últimos de la temporada y enero, en que la demanda es muy baja. De ahí que los directivos busquen eventos relacionados con el golf o saquen sus mejores ofertas en estos periodos. «Sería estupendo que pudiésemos alargar un poco la temporada hasta junio o tener más clientes en enero porque esto subiría bastante la media de ocupación», explicó Lustau.