Hasta que el poder nos separe
El primer ministro italiano Silvio Berlusconi ha incorporado su nombre a la extensa lista de jefes de Estado que se han divorciado durante su mandato
Actualizado:Silvio Berlusconi ha incorporado su nombre a la lista de mandatarios que se han separado en el ejercicio de poder. Su esposa, Miriam Bartolini, Veronica Lario según su nombre artístico, iniciaba los trámites de divorcio esta semana al enterarse de que el primer ministro italiano había seleccionado a un grupo de candidatas a las elecciones europeas basándose en su atractivo físico y había asistido, además, al cumpleaños de una menor, la joven napolitana Noemi Letizia.
Devaneos esperpénticos como éste que exceden de lo discreto y ocasional han sido la tónica general del Cavaliere en los 19 años que ha durado su segundo matrimonio, pero su actual mujer no estaba ya para bromas. Con la primera, con la que duró cinco lustros, también se apañó para interpretar varios registros a la vez: marido devoto, incorregible mujeriego, galán a la antigua usanza, hijo modélico, portento sexual y padre protector. Hasta que se hartó de sus flirteos.
Berlusconi es un ejemplo más de que divorcio y ejercicio de poder casan bien. Para demostrar que el poder y la testosterona van de la mano, el genetista británico Brian Sykes, una de las máximas autoridades mundiales en los estudios sobre ADN, estudió las dimensiones de los harenes de los líderes de la antigüedad. Según sus investigaciones, Akenatón, faraón de Egipto, tuvo 350 concubinas; Fei-Ti, emperador de China, 10.000; Moctezuma, líder de los aztecas, 4.000; otras tantas Mulay, el sanguinario, sultán de Marruecos... A saber con qué rasero los juzgaron sus súbditos. Y claro, sin paparazzi de por medio, estaban a sus anchas.
Durante décadas, uno de los más hablados -y escritos- divorcios de personajes insignes fue el del sha de Persia, la antigua Irán, Mohamed Reza Palhevi, derrocado en 1979 por la revolución islámica liderada por el ayatolá Jomeini. Reza Palhevi se casó tres veces y se separó dos durante su extenso mandato. Otro dirigente que rompió con su cónyuge mientras ocupaba la máxima jefatura de su país fue Carlos Menem, presidente de Argentina de 1989 a 1999. Menem acabó su relación con Zulema Yoma de forma poco discreta: la expulsó por decreto del domicilio conyugal y le prohibió el acceso mediante la guardia presidencial. Años más tarde se divorció también de la ex Miss Universo Cecilia Bolocco.
El socialista François Mitterrand no podía concebir una velada sin una hermosa mujer a su lado. Al igual que quien después sería su homólogo al frente de la República gala, Jacques Chirac, era un campeón de la seducción -el idioma hace mucho- que tenía dos familias (dos mujeres e hijos con las dos, se escenificó en sus funerales) y un montón de líos de faldas. Los dos eran igual de imprudentes en sus canitas al aire. Siendo primer ministro, Chirac salió con la secretaria de Estado para la Salud, Michelle Barzach, con la que acudía de la mano a las reuniones.
Ni Mitterrand ni Chirac se separaron nunca. Bernadette, la mujer de este último, reconoció años después que estaba al tanto de las veleidades del político. Eso, después de aguantar estoica un desfile de conquistas. Se cuenta que muchas madrugadas llamaba al servicio secreto y preguntaba «¿Saben dónde está mi marido?». Ya lo dijo Dominique de Villepin, ministro de Interior galo de 2005 a 2007: «Un político es un hombre que tiene una mujer en provincias y una amante en París». Lo soltó antes de que su esposa le diera una bofetada en público a una mujer que miraba con ojos de deseo a su marido.
Francia sí ha tenido mandatarios divorciados, si nos remontamos a la edad hegemónica de Napoleón y Josefina (ella no podía tener hijos y aceptó el divorcio para que él encontrara a una mujer que le diera un heredero). De hecho, lo tiene ahora: Nicolas Sarkozy es un ligón de primera categoría que ha pasado tres veces por el altar, la última con la ex modelo y cantante Carla Bruni, y dos le han salido mal. La participación en las presidenciales francesas también pasó factura a la relación de Ségolène Royal y François Hollande, pareja de hecho con cuatro hijos. La candidata aguardó hasta la noche de la segunda vuelta de las elecciones legislativas para oficializar su ruptura sentimental con el líder socialista.
El 'despacho oral'
Si ha habido una pareja que ha sabido de dificultades amorosas por los descuidos y torpezas que se mezclan con las mieles del poder, ha sido la de Hillary y Bill Clinton cuando éste ocupó la presidencia de Estados Unidos. «No tuve relaciones sexuales con esa mujer», dijo el 26 de enero de 1998 cuando le preguntaron por «una tal Monica Lewinsky». El resto es conocido. Por cuenta de Lewinsky la oficina principal de la Casa Blanca adquirió el sobrenombre de despacho oral. Pero de romper el juramento hecho al casarse, ni oír hablar. El unico máximo dirigente divorciado que ha tenido EE UU (John Kerry habría sido el segundo si llega a ganar a George W. Bush) ha sido la ex estrella hollywoodiense Ronald Reagan, el mismo que al día siguiente de ser elegido hizo que sus notas escolares fueran clasificadas top secret. Pero Reagan no se divorció -de Jane Wyman, la pérfida matriarca de Falcon Crest- en el ejercicio del poder; accedió así al mandato.
Repasando la hemeroteca se comprueban con rapidez los casos de políticos estadounidenses y anglosajones forzados a dimitir por verse envueltos en asuntos sexuales escabrosos. En las últimas tres décadas se contabilizan más de cincuenta escándalos de este tipo. El ex senador demócrata John Edwards protagonizó el año pasado uno de los ascensos y caídas más abruptas de la reciente historia política estadounidense, tras descubrirse que fue reiteradamente infiel a su esposa. El ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer renunció cuando salió a la luz que era cliente habitual de una prostituta de lujo.
Otro impacto del poder sobre la libido más, el de John Profumo, casado con la estrella Valerie Hobson. Fue un ministro británico que en 1963 mandó al carajo su reputación y se vio obligado a dimitir por su relación con una modelo de 19 años que también era amante de un agente ruso. Muy oportuno él, en pleno periodo de tensión nuclear con la extinta URSS.
En cambio, los políticos españoles, salvo contadas excepciones, saben proteger su intimidad, aunque muchos no han podido evitar el acoso de la Prensa, sobre todo, cuando la mujer despechada está dispuesta a ejercer su venganza. Fue el caso de Francisco Álvarez-Cascos, vicepresidente primero y ministro de la Presidencia entre 1996-2000 y ministro de Fomento de 2000 a 2004, casado en terceras nupcias con la galerista María Porto. Así como del ex presidente Felipe González y su ex Carmen Romero, quienes firmaron los papeles de divorcio en noviembre del año pasado, aunque llevaban varios años separados. Mucho más cuidado tuvo la Prensa del corazón en los 70-80 con Alfonso Guerra, cuando éste dejó a su esposa de toda la vida para vivir un romance con María Jesús Llorente, madre de su hija Alma. José Federico Carvajal, ex presidente del Senado (1982-89), también llenó portadas cuando dejó a su esposa por su secretaria.
En África, destaca el caso de Nelson Mandela, quien cuando era presidente solicitó el divorcio de Winnie Mandela tras 38 años de unión conyugal, un matrimonio que simbolizaba la lucha contra el apartheid. Rehízo su vida después, con la activista Graça Machel. Como Fidel Castro tras divorciarse de Mirta Díaz-Balart, su primera y única esposa con la que se casó por la Iglesia. El líder de la revolución cubana ha escrito varias páginas amorosas antes de unirse a Dalia Soto del Valle. Al menos el poder no los ha separado todavía.