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LA ENTREVISTA «

MARÍA JOSÉ TOMÉ
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-Perdone si me nota un poco cohibida.

-¿Por qué?

-¡Estoy ante un divo del bel canto!

-No, no, soy una persona normal. En esta profesión, cuando consigues cierta fama, ya te empiezan a llamar divo.

-¿Gajes del oficio?

-Sí, antiguamente los grandes tenores eran considerados dioses. También ha habido divas, mujeres inalcanzables y con un comportamiento caprichoso que querían una limousina para que les llevara al teatro.

-Como la Callas.

-Eso pasó de moda, ahora el público nos ve como personas normales. Y los cantantes no se ven obligados a tener que endivarse.

-Un alivio.

-Claro, porque el público, en el fondo, quería vernos así. Ahora hay más juventud y eso hace el divismo haya desaparecido.

-Su récord de aplausos está en...

-No sé, cinco minutos, seis... una eternidad.

-No puedo evitar el chiste fácil: usted sí puede presumir de haber dado el Do de pecho pero ¡multiplicado por nueve!

-No me preparo mucho para evitar preocuparme. Es lo peor para esas notas. Eso sí, practico en el camerino y cuando llega el momento necesito cierta concentración, pero a la vez me dejo llevar por la música. Tiene que haber un componente espontáneo.

-Debutó hace sólo 13 años en Pesaro cuando sustituyó al primer tenor, que se puso enfermo. Confiese: ¿cómo le envenenó?

-Ja, ja, es un secreto. Yo hacía un papel menor. Se enfermó el tenor y no encontraban sustituto. Este chico parece que tiene talento dijo alguien. Y me lanzaron al ruedo.

-Y cortó las dos orejas.

-Yo dije que sí, no tenía nada que perder. Ése fue mi trampolín.

-Luego Pavarotti le encumbró tras coincidir con él en unas vacaciones. ¿Otra casualidad o se hizo el encontradizo?

-No. Un amigo me dijo: ¿Quieres conocerle? ¡Claro, es mi ídolo! Mi agente me daba codazos: ¿Por qué no le cantas algo? Pavarotti se dio cuenta. Le canté la famosa aria de los nueve Do.

-¿Así, a pelo?

-Sí, sin calentar. Le gustó mucho.

-Tanto que le nombró su sucesor. ¿Una pesada herencia?

-Sí, pero algo tendré que les gusto a mis ídolos. También Plácido Domingo ha dicho cosas muy bonitas de mí. He crecido con ídolos que creía inalcanzables y que ahora digan cosas buenas de mí me parece surreal, no me lo creo.

-¿Y es cierto que imitaba a Raffaella Carrá de niño o es muy mala la envidia?

-Sí, sí ¡imitaba a todo el mundo! A los profesores del colegio, a Raphael, a Miguel Bosé... Ya no imito, perdí la habilidad.