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Transgénicos

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Una de las aplicaciones más extendidas de la biotecnología se dirige a los cultivos transgénicos. Los dos más frecuentes son la soja y el maíz. En el caso de la soja, se introduce un gen en el ADN de la semilla para que la planta sea resistente a un herbicida. De esta forma, a la plantación de soja transgénica se le aplica un herbicida y mueren todas las hierbas menos la soja. En el caso del maíz, lo que se introduce es una toxina, para que mueran determinados insectos cuando ataquen la planta.

En el caso de la soja, en países como Brasil, Argentina o Paraguay se cultiva a gran escala con destino a la exportación. Su cultivo no está pensado para la agricultura campesina y para alimentar a la población local, sino para ser producido en grandes extensiones y con el fin de alimentar al ganado de países ricos como los europeos. De esta forma, la soja transgénica no es sólo un tipo de semilla, sino todo un modelo de producción: el agroexportador. Un modelo que está obligando a que el campesinado tenga que emigrar a las ciudades, debilitando las comunidades rurales. Y se marchan porque la tierra es acaparada por los grandes propietarios, porque al ser una producción muy mecanizada emplea poca mano de obra y porque los herbicidas afectan seriamente la salud de quienes se quedan viviendo cerca de los campos de soja.

En el caso del maíz, disponemos de información más cercana porque España es el país de la Unión Europea que más extensión cultiva. En el caso de Navarra, se siembran unas 5.000 hectáreas, algo más de la tercera parte del maíz grano cultivado. El problema es que la planta del maíz transgénico poliniza plantas de maíz convencional o ecológico, ya que los agricultores no respetan las zonas refugio o, respetándolas, son ineficaces para evitar que los fuertes vientos extiendan el polen a largas distancias. En consecuencia, es frecuente que quien plante únicamente semilla convencional recoja una cosecha con una parte de maíz transgénico. Esta ‘contaminación’ por polinización cruzada es un contratiempo especialmente importante para quienes desean cultivar según las normas de la agricultura ecológica, porque la mínima presencia de maíz transgénico impide la venta de la producción con el sello acreditativo. Además, las empresas comercializadoras suelen mezclar el maíz transgénico con el convencional, de manera que quien quiera emplear únicamente el convencional debe pagar más porque ha de asumir el coste de garantizar su trazabilidad. En conclusión, los hechos demuestran que la coexistencia de cultivos con distintas variedades de maíz es imposible, que la llegada del transgénico está impidiendo el derecho que asiste a los agricultores a producir maíz libre de transgénicos, y que ha hecho subir el precio del convencional.