De rodillas, como Custer
Actualizado: GuardarImaginen al general Custer. Sable en ristre, pistolón humeante y sin balines, bandera del séptimo de Caballería raída, agujerada, aleteando como una perdiz alcanzada por un bazuka; a punto de ser asaeteado, caer de hinojos, expirar en el centro del cerco que sus hombres formaron para morir con las botas puestas.
Bueno, todo lo anterior es lo que cuenta la película porque a lo que voy es que nadie pudo narrar aquello porque todos los testigos de la defensa abandonaron antes que su jefe, sus cabelleras arrancadas, sus tripas sirviendo de plastidecor rojo sangre para la confederación de indios que se pusieron de acuerdo por una vez (después vinieron los casinos en las reservas, el alcohol barato y la exterminación silenciosa). Ya se sabe la capacidad que tiene el odio para aunar voluntades hasta en los enconamientos más insondables.
¿De qué le sirvió a Custer ser tan valiente? Otro que vino más tarde y que murió igual de joven dejando cadáver bonito (hasta que lo desfiguraron sus ex amigos) dijo esa estupidez de morir de pie antes que vivir de rodillas. La frase es aceptable si la reclinación no es el paso previo a que te desnuquen de un balazo.
Pero sí. Sirvió de algo que Custer resistiera pegando tiros de mentira y con el sable espantara moscas. En las películas, los buenos siempre aparecen en el último segundo, a toque de corneta. Hay que resistir (nos dicen con el espíritu de que el Séptimo de Caballería vendrá) cuando nos hablan de recesiones, despidos y redoblamiento de esfuerzos. Lo que no explican es qué ocurre cuando el Séptimo de Caballería es la alfombra de muertos que tienes a tus pies, cuando esos mismos soldados a los que has mandado a la muerte son los que necesitas para salir vivo.