Saakashvili, rodeado de guardaespaldas, se encamina a dialogar con los mandos de la rebelión militar. / REUTERS
MUNDO

Georgia y Rusia reabren su frente

Saakashvili afirma haber sofocado un golpe instigado desde Moscú en vísperas de las maniobras de la OTAN

| CORRESPONSAL. MOSCÚ Actualizado: Guardar
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Como colofón a las fuertes tensiones habidas en los últimos días entre Tiflis y Moscú, a cuenta del despliegue de tropas guardafronteras rusas en Osetia del Sur y Abjasia -antiguas provincias georgianas- y de las maniobras que la OTAN inicia hoy en Georgia, ayer el presidente del país caucásico, Mijaíl Saakashvili, denunció un intento de «golpe de estado» contra él «instigado por el Kremlin». Saakashvili, cuya dimisión piden desde hace semanas sus opositores, acudió personalmente a la unidad origen del plante, un destacamento de tanques situado a treinta kilómetros de la capital y, tras tensas horas de negociaciones, dio por desarticulada la intentona.

Todos los cabecillas del levantamiento, salvo uno que se encuentra huido, fueron detenidos. Pero Rusia niega su implicación en lo sucedido y recomienda al presidente georgiano «que acuda al psiquiatra». El incidente no ha hecho cambiar los planes de la OTAN, que iniciará hoy unos ejercicios en Georgia bajo el mando del teniente general español, Cayetano Miró Valls.

Las primeras noticias sobre el supuesto golpe de estado partieron en la mañana de ayer del Ministerio del Interior de Tiflis. Su portavoz, Shota Utiashvili, declaró que los conspiradores eran «antiguos responsables castrenses de alto rango vinculados con los servicios secretos rusos». Inmediatamente después, las agencias de prensa empezaron a difundir despachos informando sobre el levantamiento de un batallón acorazado acuartelado en Mujrovani, localidad situada a treinta kilómetros al este de la capital.

Allí se desplazó Saakashvili y una fuerza compuesta por más de treinta tanques, numerosos helicópteros y varios autobuses llenos de soldados. Los militares sediciosos fueron rodeados y comenzaron unas negociaciones que, según el máximo dirigente georgiano, concluyeron con la entrega de las armas y la detención de los oficiales sublevados. «Hemos logrado que el motín no se extienda a otras unidades», declaró el presidente en un mensaje ante las cámaras de televisión.

Los cabecillas detenidos son Koba Kobaladze, ex jefe de la Guardia Nacional; y Gueorgui Gvaladze, antiguo comandante de la unidad de operaciones especiales Delta. Se ha ordenado también la captura de Koba Otanadze, responsable de un destacamento de elite, y se cree que el ex ministro de Defensa, Gueorgui Karkarashvili, también forma parte de la plana mayor de los golpistas.

El actual ministro de Defensa, David Sijarulidze, aseguró que el objetivo de la conspiración era frustrar las maniobras de la OTAN y propiciar un cambio en la dirección del país. Como prueba, varios canales de televisión mostraron ayer fragmentos de un vídeo en el que Gvaladze conversa con algunos de los conspiradores. Al parecer, a ellos deberían haberse unido 5.000 soldados rusos desplegados en Abjasia y Osetia del Sur. Varios políticos y diputados georgianos, de acuerdo con tales informaciones, habrían sido asesinados.

Desmentido

En una nota del Ministerio de Exteriores ruso se rechazan todas las acusaciones lanzadas por los dirigentes georgianos y se afirma que «Rusia no tiene por costumbre entrometerse en los asuntos internos de otros estados». Mientras tanto, el jefe de la diplomacia del Kremlin, Serguéi Lavrov, tomaba la decisión de no acudir a la reunión ministerial del Consejo OTAN-Rusia, prevista para los próximos días 18 y 19.

La causa se debe a las maniobras aliadas Cooperative Longbow 09/Cooperative Lancer 09, que hoy arrancan al este de Tiflis, y también a la reciente expulsión de dos diplomáticos rusos ante la Alianza. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, advirtió el mes pasado que la decisión de realizar los ejercicios de la OTAN en Georgia es «miope y peligrosa». Subrayó además que la iniciativa «amenaza con complicar aún más las cosas».

La invasión por parte de las tropas rusas de Osetia del Sur, Abjasia y otras zonas dentro del territorio georgiano el pasado agosto provocó serias fricciones entre Moscú y Occidente. La Alianza Atlántica envió navíos al mar Negro, lo que desde Moscú se interpretó como una amenaza a la seguridad de Rusia.

E l Pentágono dijo ayer que el confuso motín de una unidad de blindados cerca de Tiflis contra el Gobierno del presidente Saakashvili era claramente un incidente aislado y la OTAN se unió a esta descripción al confirmar, con toda rapidez, que mantiene los planes de ejercicios militares con el Ejército georgiano que empiezan hoy y durarán todo el mes. Pero incluso si las cosas son así -y así parecen- y el régimen (elegido) del controvertido líder prooccidental de Georgia no ha estado en peligro, también es cierto que lo sucedido es inseparable del auge de la oposición, que recurre con éxito a manifestaciones masivas y cortes de carretera que la autoridad no se atreve a cancelar por la fuerza; entre otras cosas, porque parte de los uniformados no parecen dispuestos a acatar órdenes.

La tensión política y social en el país es genuina, endógena, pero no es del todo descartable que la agitación militar pueda ser estimulada por la vecina Rusia. Tal posibilidad fue desmentida ayer en Moscú con una rotundidad que debe ser tomada por lo que vale cuando se trata de sucesos en Georgia, que en agosto del año pasado libró una corta guerra con los rusos a cuenta del estatus de sus regiones autónomas de Abjazia y Osetia del Sur, que se declararon independientes y que han sido reconocidas por Rusia con el único añadido de Nicaragua.

La región entera vive un desacomodo político que a menudo tiene que ver con su ubicación geográfica entre dos mundos culturales, y con la historia reciente (ex repúblicas soviéticas) pesando sobre varios estados. Mijail Saakashvili defiende la completa occidentalización de su país, candidato a entrar en la OTAN aunque esta posibilidad haya sido aplazada de hecho por los socios europeos de Washington, empezando por Alemania. Pero una buena parte de la sociedad parece desear, a su vez, una gestión menos polarizada, de cierre definitivo de la guerra fría y, como escribió un colega ocurrente, que se elija a un presidente que no sea ni proamericano ni proruso, sino progeorgiano.

El prometedor diálogo estratégico entre la OTAN y la Federación Rusa ha sido de nuevo demorado, y de nuevo a causa del Cáucaso que, como en el siglo XIX, ha vuelto a la preocupación de Europa. Y todo indica, teniendo en cuenta los inmediatos reflejos reactivos rusos, que lo ha hecho para quedarse.