Histórica normalidad
El debate transcurrió en un ambiente tranquilo sólo roto por la proclamación de López como presidente
| COLPISA. VITORIAActualizado:Todo transcurría en calma. El debate de investidura de Patxi López no estaba a la altura de las expectativas que había creado e invitados y diputados miraban con impaciencia el reloj después de más de siete horas de discursos. Hasta que Juan José Ibarretxe, en el último minuto de su última intervención, anunció que se iba. Primero fue un rumor de sorpresa y después una ovación cerrada de los nacionalistas en medio de la indiferencia de socialistas y populares.
La noticia fue lo único que alteró una jornada anodina. Es lo que tienen muchas jornadas históricas, que de tanto proclamar que lo son, luego, en el día de autos, no son para tanto. Así ocurrió en la investidura de Patxi López en el Parlamento vasco; ni asistió el medio millar de invitados esperado ni la calidad de los discursos estuvo a la altura de la historicidad de la jornada.
El debate transcurrió casi como un pleno normal, salvo por el ingente despliegue de seguridad -ertzainas, agentes municipales y policías nacionales proliferaban por cada esquina- y la brutal afluencia de medios de comunicación que tomaron, y es literal, las dependencias de la Cámara de Vitoria.
Por no haber, no hubo grescas ni intervenciones elevadas de tono pese a la cacareada trascendencia del momento. Todo discurrió por cauces casi florentinos. Tal era la calma chicha que la diputada socialista en el Congreso Elvira Cortajarena se despachó una breve siesta en la tribuna de invitados para solaz de algún periodista gráfico. La euforia sólo se desbordó cuando la presidenta de la Cámara, Arantza Quiroga, anunció que Patxi López había sido investido lehendakari. La alegría contenida en las tribunas se desembalsó y atronaron los gritos y aplausos reprimidos a lo largo de la jornada.
Invitados estelares
El presidente del PP, Mariano Rajoy, y el flamante ministro de Fomento, José Blanco, fueron los invitados estelares, aunque sólo acudieron para presenciar la sesión vespertina del debate. El líder opositor escuchó a su portavoz, Antonio Basagoiti, y al socialista, José Antonio Pastor, y se fue. Blanco fue testigo de la retirada de Ibarretxe, se apresuró a valorarla y se abrazó con López tras la votación que certificó su investidura como primer lehendakari no nacionalista en la historia de Euskadi.
En la tribuna de invitados figuraban la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, sentada junto a la esposa del nuevo lehendakari, Begoña Gil, vestida de negro. También se dejaron ver el ex lehendakari José Antonio Ardanza; el presidente del Senado, Javier Rojo; los diputados socialistas José María 'Txiki' Benegas y Eduardo Madina; el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, y la vocal del Consejo General del Poder Judicial Margarita Uría. Y pare usted de contar.
Si dentro del Parlamento la expectación fue relativa, en los alrededores fue nula. Los vitorianos pasaban por las puertas de la Cámara como cualquier día. En los bares de las cercanías, ninguna televisión seguía el acontecimiento. ¿Ninguna? No, porque el que está situado frente al Parlamento tenía sintonizada el debate. ¿Interés por la política? Tampoco. El establecimiento servía de refugio a numerosos guardaespaldas, que, entre sorbo y sorbo de zumo de guayaba, mamey o maracuyá (el bar está regentado por latinoamericanos), vigilaban el desarrollo del debate para ver si acababa y tenían que salir en busca de sus protegidos.