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ANÁLISIS

Hasta el final

LOURDES PÉREZ
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L o ocurrido ayer en el Parlamento vasco resumió a la perfección por qué el cambio se ha acabado abriendo paso en Euskadi, desplazando a la oposición al PNV cautivo de Juan José Ibarretxe, y también las incertidumbres a las que se asoma la situación política vasca recién inaugurada. La votación por la que Patxi López fue investido lehendakari ofreció la foto fija de todas las anomalías, de las extravagancias, que han definido la confrontación partidaria en Euskadi en la última década; sólo así puede interpretarse ese gesto final de Ibarretxe de someter su candidatura a la consideración de la Cámara, justo después de haber robado protagonismo a quien va a sucederle al anunciar su abandono de la política y tras haber planteado en su discurso matinal una enmienda de totalidad al Gobierno que liderarán los socialistas. Seguramente a su pesar -o quizá no-, Ibarretxe se convirtió, en un Pleno que no terminaba de ajustarse al tono que se presupone en un día histórico, en la mejor imagen del cambio de ciclo. Del ciclo que él ha definido casi en exclusiva hasta su último suspiro, dejando escrito a su partido el recado de que el soberanismo es irrenunciable en una alocución que quiso sonar a todo menos a despedida obligada.

Es una incógnita cómo modulará ese discurso el PNV y cómo modulará el lehendakari López su actitud hacia el nacionalismo forzado a pasar a las trincheras de la oposición. Pero, sobre todo, constituye un interrogante que se despliega ahora desnudo para los peneuvistas, que, aferrados al triunfo sin recompensa de Ibarretxe, han sorteado las contradicciones internas tras la pérdida del poder.