Sebastian Bach, ahogado silencio
Actualizado:Aquella música comenzó a sonar por encima de mi pensamiento. Llenaba el aire de mi habitación desde arriba y yo casi no le prestaba atención. Sonaba el clásico órgano con una dulce armonía de acariciada dulzura. Levemente, esa enigmática y curiosa música empezó a entrar en mis respiraciones; y éstas, a sí mismo, pienso que llevadas por su ritmo, se propusieron respirar a su compás. Mi pensamiento dejó de ser cuerdo y coherente, pero creo que luché por ridiculizar aquella música venida de arriba y poco a poco bajada por emocionantes altos y bajos orquestales. No pude transformarla en estúpida, ni decapitarla apagando aquella emisora venida a mí por simple casualidad. Tuve que sentarme y reconocer cabizbajo que aquella deliciosa melodía encerraba un sinfín de emociones nuevas a las que yo jamás llegaré a tocar. Creí ver cómo mi cuarto se llenaba de nuevos colores, cómo las cortinas acariciadas por el aire de la abierta ventana se balanceaban al vals tétrico de aquellas partituras clásicas; cómo mis desordenadas estanterías de libros eran idóneo escaparate para tan majestuosa y novísima secuencia de sensaciones. Y cuando ni pensaba ni respiraba ni miraba a mi intención sino a la intención de aquella música, llegaron con la fuerza de mil relámpagos unos silencios tan profundos como venidos del fondo del océano.
Aquellos silencios eran el mayor compás musical que mis oídos habían percibido. Toda la música, toda la emoción de un nuevo amanecer habitaban en aquellos silencios bajos. Silencios que son musicales arpegios de pensamientos, silencios de montañas y cascadas. aquello era Bach, sólo él y todo él, simple pero a la vez inaudito, quien venido de arriba me enamoró por su bajo y abrasador silencio. Bach trae silencios tan profundos que son silencios ahogados.