Sobre el tiempo atmosférico y su medición
En 1751 se creó el Real Observatorio de Cádiz, cuyo objetivo era el estudio de las ciencias astronómicas y el conocimiento de las condiciones atmosféricas
Actualizado: GuardarLa existencia en la ciudad de una burguesía acomodada, favoreció sin duda que las ideas y el espíritu ilustrado se extendiera por la ciudad. Este esplendor económico, no solo como centro portuario sino como lugar de intercambios comerciales y servicios financieros, hizo que las tareas que se dirigían al avance en los conocimientos científicos fueran respaldadas por las familias pudientes y por el nuevo modelo de estado que propuso reformas desde la Corte Borbónica. Sobre todo si dichos avances y descubrimientos servían para la mejora del estatus económico de la ciudad.
Este sería el caso del ejército y de la armada. En el año 1717 José Patiño y el Marques de la Ensenada señalan a Cádiz como el lugar adecuado por su situación estratégica para poner en práctica algunas de esas ideas de corte reformista. Entre estas estuvo la construcción de las nuevas defensas de la ciudad que quedo en manos de ingenieros militares como Hurtado, y que supuso la creación del Real cuerpo de ingenieros, de la escuela de pilotos, del cuerpo de Guardiamarinas y la escuela de cartógrafos dependiente de la de náutica.
En el año 1751, Jorge Juan, capitán de la Compañía de Guardiamarinas propuso crear el Real Observatorio de Cádiz que finalmente el 1793 sería trasladado a San Fernando. Su objetivo era el estudio de las ciencias astronómicas para servicio de los navegantes y para que el conocimiento de las condiciones atmosféricas mejorara la calidad de los viajes. Resultados de este proyecto serian los viajes de Tofiño y Malaespina que contribuirían a la edición del primer Atlas de España entre los años 1783 y 1788.
Cuando se trasladó el centro de observación a San Fernando, la función que desempeñaban la asumieron las Torres de Vigía. Junto a la de Cádiz, la de Hércules, Sancti Petri y San Sebastián se encargaron no solo del auxilio y vigilancia del comercio marítima y el movimiento militar, sino que aportaron importantísima información sobre las condiciones atmosféricas de la zona.
Según la guía Rossetti, la torre de vigía de la ciudad tuvo distintas ubicaciones, barrio de Santa María en la casa de Calderón, en la casa de las Banderas de la calle San Pablo y en San Antonio hasta que pasó definitivamente a la casa de los Marqueses de Recaño.
La comunicación desde esta Torre con la llamada Torre Alta de San Fernando dependiente de la Marina, era básica. Esta última se situaba en el Cerro Alto donde se instalaría el Observatorio.
Señales con cañonazos y banderas con signos y colores sirvieron de comunicación entre la población y el vigía y entre este y los barcos. Sería en el año 1742 cuando el Marques de la Victoria, en su obra Ordenes y señales que han de observar todas las embarcaciones de transporte que navegan bajo mi mando cuando se cree el primer código basado en diez banderas, cada una significaba una cifra y en 1780 Mazarredo las completo en su manual sobre señales de costa y de la torre de vigía de Cádiz.
Además de las funciones vistas hasta el momento, la recogida de información sobre el tiempo metereológico y sus mediciones, completaba la labor del vigía. La importancia del estado del tiempo era crucial para la navegación y para el estudio de los episodios de epidemia que abatían la bahía. Se trato de abandonar la observación particular y subjetiva de un solo individuo, por la medición con instrumental científico. A partir del registro de datos, se realizaron tablas sistemáticas con las que se pudo establecer reglas para poder conocer los rasgos del clima de la zona. En las torres de vigía, el encargado de recoger las apreciaciones sobre el tiempo era el propio vigía que poseía formación de piloto.
Antonio Tavira aparece en los partes oficiales hasta el año 1772 como encargado de la Torre continuando su hijo Aurelio Tavira desde 1806 hasta la década de 1830, y tras este, según recogen los codicilos al testamento de los Tavira, Manuel Ruiz y Cristóbal Ruiz.
Según el régimen y estatutos redactados en la Ordenanza Naval de 1748, el Cuerpo de Pilotos de la Armada, tenían consideraciones y derechos militares. Ejercían en buques de guerra bajo las órdenes de oficiales y en tierra, eran los encargados de los puertos, vigías, faros y de los barcos de matricula naval local. A su vez realizaban tareas como cartógrafos, hidrografos y tenían un amplio cocimiento en el uso de faroles, ampolletas, escendellos, etc.
Entre los enseres e instrumentos con los que contaban estaban los cuadrantes, cuarto de círculo, anteojos y a partir del siglo XIX barómetros y termómetros, todo facilitado por la Marina aunque con anterioridad sería el propio vigía quien tendría que hacerse con los aparatos.
Revisando los anuncios aparecidos en la prensa de la época, son muchas las noticias concernientes a ventas de instrumentos náuticos, posiblemente la formación que se daba en la propia ciudad y su apertura a otros países facilitó la entrada de todo lo novedoso en medición del tiempo.
«Venta en la calle del Negro Nº 19 3º se venden deferentes instrumentos Náuticos, barómetros y termómetros de todos tiempos y anteojos de larga vista, de todos tamaños; mapas y estampas finas todo venido últimamente desde Inglaterra, que se venderá por mayor y menor y todo a precios equitativos». Diario Mercantil. Cádiz Abril de 1809. BVPH
En definitiva se pretendía desde el Observatorio que de forma paralela a la observación celeste, había que tomar datos atmosféricos. Desde 1811 se han hallado series de datos pluviométricos y sobre los vientos, ciñéndose a la dirección y fuerza del mismo. Sin información alguna sobre las mareas, el estado del mar, las lluvias y la presión. Los datos aportados por instrumentos como barómetros y termómetros no aparecerán de forma habitual hasta 1825, con alguna excepción de forma aislada en años anteriores.
La fuerza y la dirección del viento eran tomadas en dos momentos del día, al mediodía y al ponerse el sol. Será partir de 1806, cuando los diarios marítimos introduzcan datos como pleamar, bajamar, fase lunar, hora del paso de la luna por el meridiano y dirección y fuerza del viento. Para ello tomaban al orto y al ocaso medidas desde la torre de vigía y desde un punto de la bahía, que anotaban como Barco de Afuera. A partir de 1825 se recogerán datos sobre meteoros como la nieve, el granizo y la niebla.
La fuerza del viento
La evolución en los instrumentos náuticos hizo apreciar el valor de conocer el estado del mar y la fuerza del viento para la seguridad de la navegación. La veleta y la brújula había servido durante siglos para saber la dirección pero lo importante era saber la fuerza para aprovechar su intensidad para los desplazamientos.
Los vigías gaditanos formados como pilotos, registraron en sus cuadernos, siguiendo las instrucciones dadas por la Armada para los navíos demasiados ítems para describir las observaciones del tiempo, en un principio tomados sin instrumental, términos muy subjetivos cuyo valores reales son muy difíciles de determinar: «celajes sueltos, horizontes celajazos, celajería tendida, cargado de horizontes pardos, horizontes chubascoso, horizontes calimosos, brumazos, horizontes chispeantes, cielos relampagazo».
Lo mismo ocurría con los términos para describir la fuerza del viento. En 1806 Beaufort confeccionó una escala atendiendo a los defectos que podían ocasionarse en tierra. En dicha escala se puede apreciar desde la mínima intensidad calificada como Flojito, hasta la máxima Huracanado, pasando por fases intermedias como flojas, bonacible, fresquito, fresco, frescachon y temporal.
A pesar de la escasez de descriptores, esta escala se uso en Inglaterra hasta 1838 y en España hasta 1850. En Cádiz además se complicó con adjetivos y descripciones casi poéticas y noveladas. Cuando se daba calma, se les podía asignar los siguientes descriptores, chicha, calmucha, cascaron, muy muerto. Para los vientos flojitos: brisa parda, brisa flojita, endeble, recalmón, recalmoso. Para los bonancibles, abonanzado, apacibles, benigno, apaciguado. Para los fresquitos y frescos, de alta vela, durito, entablado, frescote, fuertecito, refrescando, a recio, riguroso, pampero. A los temporales, durísimos, inaguantables, que pasaban a ser de turbonada, furiosos, insoportable, aturbonado, muy tormentoso y huracanado con tempestad y muy furioso.
En cuanto a la dirección desde los inicios de la navegación se basaba en la determinación de esta sobre el cuadrante de la brújula, tomando las direcciones referidas al norte magnético o verdadero. En Cádiz, en el año 1800 la declinación magnética era de 20º W pasando en 1900 a 15º W.
Los registros de vientos se realizaban diariamente a diferencia de las precipitaciones y la nubosidad de las que se tomaban nota cuando se producían. Aparecen recogidas desde el16 de Diciembre de 1806 hasta el 31 de Diciembre de 1852, con la salvedad del año 1812 del que no han aparecido registros. Preponderan los vientos procedentes del oeste, noroeste, y levantes canalizados desde el Estrecho de Gibraltar. Destacando en cuanto a su fuerza los fresquitos, bonancibles y frescos.
La velocidad y fuerza del viento tenía un comportamiento estacional con vientos mínimos en verano aunque de mayor variabilidad sobre todo al amanecer. Podría decirse según estudios realizados por Ricardo García Herrera: el amanecer de la primera mitad del siglo XIX en Cádiz, se caracterizó por vientos más débiles que los que soplaron al mediodía, pero muy variables. Del mismo modo que nos indica que predominaron los vientos del noroeste y levante.
De la presión y las lluvias
No será hasta 1825 cuando se recoja la presión atmosférica en los cuadernos marítimos, tomadas al ocaso del día, apareciendo las mayores presiones en el invierno y sobre todo en el mes de Enero.
El barómetro de la torre de vigía de Cádiz debió estar colocado a unos cuarenta o cincuenta metros sobre el nivel del mar. Considerando que ya esta se encontraba a doce metros más la propia torre sumaba una altura de cuarenta y cinco metros.
A las nubes muy raras y sutiles que formaban ráfagas y figuras irregulares se las llamaba «celajería» y que formaban ráfagas de color rojizo que aparecían al salir o al ponerse el sol. Si estas nubes aparecían por el horizonte o terminadores se le llamaba arrumazón.
Del modo de medir las temperaturas
La escala Reaumur fue la utilizada para la medición de las temperaturas, que equivaldría a cinco cuartos del grado Celsius.
Según los cuadernos de vigía catalogados en el archivo histórico nacional y los diarios marítimos de la biblioteca de Temas Gaditanos, hubo días en Septiembre de 1828 en el que se alcanzó en la ciudad los 38º y en Marzo de 1841 días en que se registraron temperaturas que no superaron el grado centígrado.
De las lluvias, días de granizo y nieve
La información sobre las precipitaciones hace referencia a otros meteoros como la nieve, el granizo la niebla y tormentas. Se puede decir que en el periodo comprendido entre 1806 y 1852 el 5% de los días hubo precipitación, algo muy escaso frente a la frecuencia actual que es del 21%.
Se ha localizado, el 4 de Febrero de 1827 nieve al ocaso de igual forma que el 14 de Diciembre de 1835. Y tormenta de granizo abundante y peligroso los días 9 de Enero de 1829 y 1 de Mayo de 1821.
En general, los cambios más importantes encontrados en el comportamiento atmosférico y que quedan reflejados en los cuadernos de vigía que podemos comparar con el Instituto Nacional de Metereología actual, se encuentran en que las temperaturas de verano no han experimentado cambios significativos aunque si las de invierno en el que se ha producido un aumento de cerca de 3º, y mayor presencia de lluvias en nuestros días.
Artículo incluido en la serie
'Noticias de un pueblo amenazado'
de la historiadora Hilda Martín, respaldado por la
Oficina del Bicentenario de la Diputación de Cádiz.