Capital iberoamericana del silencio
Actualizado:Lo denunció Javier Ruibal, durante su actuación en el Festival Internacional por la Libertad de Expresión, nada más subirse el viernes al escenario de la plaza de San Antonio. Además de posicionarse en contra de los despidos en los medios de comunicación, aludió a esa extraña mordaza que se cierne sobre los establecimientos públicos que programan música en directo: «Para llegar aquí, hay que empezar por los bares», recordó, mirando de reojo a su hijo Javi y a los otros dos componentes de Glazz, la formación que le acompañaba y que pronto presentará su elogiado primer disco en la Central Lechera.
De proseguir la policía local con sus actuaciones, Cádiz puede convertirse en Capital Iberoamericana del Silencio, como apunta Carlo Zola en su excelente blog «Ciudadano Gaditano». O que sean los propios agentes los únicos que puedan dar el cante en la noche gaditana. Así lo han criticado los firmantes de un comunicado en el que enumeran una serie de intervenciones policiales, desde el mes de enero, en locales como la Casa de Postas, el Vapor Ustedes, con cierre incluido del establecimiento, La Isleta, el Pub Medussa, el precintado del equipo musical del pub Ketedije y los apercibimientos sufridos por el histórico Cambalache para que interrumpiese sus legendarias actuaciones musicales que han dado siempre más prestigio que mala imagen a la trimilenaria: «Nos sentimos afectados por el trato denigrante que reciben algunos establecimientos de la ciudad, los cuales están siendo perseguidos, investigados y sancionados tan sólo por desarrollar actividades musicales al amparo de una legislación ambigua», afirman músicos, empresarios y aficionados en un comunicado conjunto.
A ello se une la presencia desproporcionada de efectivos con los que la Policía Local criminaliza a dichos establecimientos, sin que parezca demasiado claro por qué se permite y se fomenta los conciertos en vivo en otros locales: «Se está obstaculizando y entorpeciendo la actividad de iniciativas comerciales y de servicios en la zona -afirman en un manifiesto-. Esto a su vez disuade a posibles nuevas inversiones del sector en la ciudad.
Esta situación coloca en clara posición de desventaja a los artistas noveles, pues deben existir oportunidades de participación de todos los artistas sin contemplar el estilo (más comercial o menos), el currículum o trayectoria y la «calidad» (siempre subjetiva), y la reducción de los espacios deja la escena en manos de unos pocos empresarios cuyo objetivo (no lo olvidemos) es maximizar sus ganancias, por lo que apostarán por artistas que le garanticen buenas ventas. En el contexto de una ciudad que se congratula de ser la cuna de la libertad y el arte, que mira hacia el 2012 con actitud de gran capital de la cultura, parece poco lógico recortar y suprimir las posibilidades de desarrollo de iniciativas artísticas y culturales. Más bien lo correcto sería pensar en que la Administración debería fomentar y fortalecer el tejido cultural de la ciudad a todos los niveles.
¿Qué nivel de ruido se permite? Como recalcan, la ambigüedad manda. Al margen de las discotecas y las salas de fiesta, locales que cuentan legalmente como la calificación de sala especial -caso del Pay-Pay-, pueden programar actuaciones pero se cuidan muy mucho de incorporar baterías o guitarras eléctricas para no despertar al tigre dormido de las reivindicaciones del descanso vecinal.
¿Por qué no incorporar a las ordenanzas el epígrafe de «Bar con música en directo», que han asumido otras ciudades como Barcelona? Aquí, la mordaza musical no sólo se aplica en la capital gaditana sino en municipios de muy diverso gobierno municipal, como son los casos de El Puerto de Santa María, Puerto Real o Algeciras. ¿Comprenderán las dignísimas autoridades alguna vez que la música -al menos, la buena-, no es ruido?