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| Cádiz Actualizado: Guardar
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Soy hombre y no creo en Dios. Tal vez por ello comprendo cada día menos las razones por las que la Iglesia -que no es Dios- vive en un mundo que nada tiene que ver con esa mayoría de seres humanos que somos buenas personas, aunque no asistamos a la misa semanal y nos demos golpes absurdos en el tórax, y es que, con nuestras contradicciones, luchamos en pleno siglo XXI por sobrevivir en una sociedad cada día mas hipócrita y necesitada de paraísos celestiales y que abandona en nuestro mundo los principios básicos de la convivencia humana basada en el respeto, el amor y la comprensión.

Dicho esto nos ha causado asombro que el Vaticano en el Día Internacional de la Mujer haya realizado un elogio a la lavadora, como el gran hito de liberación, está claro que para la alta jerarquía católica las obligaciones domésticas son exclusivas de las mujeres. La doctrina etológica para el XXI es «obedecerás, servirás a tu marido y lavarás», eso sí con la lavadora. Profundas reflexiones y un nefasto ejemplo para las nuevas generaciones.

Por si fuera poco, está el caso de Andrés, un niño de siete años con una enfermedad genética grave y mortal, que por suerte ha sido curado por su hermanito Javier. Javier es quien hace meses, fue dado en llamar el primer «bebé medicamento» español. Gracias a la Ley de Reproducción Humana Asistida en 2006, a la que la Iglesia Católica se opuso con furor, con rencor, con ignorancia ha sido posible que pueda vivir como cualquier niño sano.

Pero, ¿cuándo organizarán manifestaciones contra la pena de muerte? ¿Cuándo pedirán perdón por su cohabitación con el nazismo en Alemania, con el franquismo en España, con Mussolini en Italia?

Han opinado sobre el caso Eluana, sin ningún rigor científico, han condenado a su familia, se han erigido en jueces divinos.

Dice un proverbio chino: «Jamás se desvía uno tan lejos como cuando cree conocer el camino». Y la Iglesia lleva siglos en el camino equivocado, Jesús estuvo con los pobres, nunca en contra de los más necesitados.