Los marines de EE UU inician a los soldados afganos en el manejo del M16
Bolivia y Paraguay pactan sus fronteras 74 años después de combatir en la guerra más sangrienta del siglo XX en América
Actualizado: Guardar«La mejor herencia de los rusos fueron sus armas, especialmente el fusil de asalto AK-47 Kalashnikov. No se calienta, funciona en condiciones de extrema suciedad, se cae en la montaña y puedes seguir usándolo y si te quedas sin munición, puedes encontrarla en cualquier rincón del país». El coronel Mohamed Jan es el comandante del kandak (batallón) de Laghman que desde hace año y medio entrena bajo la supervisión de los Marines estadounidenses. Tiene bajo su mando a «cientos de hombres» -no especifica el número por razones de seguridad- y la enorme responsabilidad de controlar uno de los tramos clave de la carretera que une Pakistán con Kabul por la que llega gran parte del suministro de las fuerzas de la coalición, una ruta que es objetivo de la insurgencia.
Con más de treinta años de experiencia en las fuerzas armadas afganas, Jan echa la vista atrás para recordar la etapa soviética en la que los rusos intentaron, sin éxito, reformar el Ejército afgano. «Nos entrenaban para luchar contra nuestro propio pueblo y sus sistemas de adiestramiento no eran como los que usan los americanos. Quemaban mezquitas, arrasaban con todo lo que fuera necesario y en el trato personal nos pagaban muy mal, eran poco disciplinados y no parecían motivados», recuerda este coronel que desde hace seis años ocupa un alto cargo dentro del nuevo Ejército Nacional.
Pasa revista a sus hombres, que se han vestido de gala para celebrar el Día de la Independencia, fecha en la que conmemoran la victoria contra los soviéticos, y su discurso tiene un solo mensaje: «Somos un mismo pueblo y debemos permanecer unidos en la lucha contra la insurgencia». A su lado el capitán Botanes, responsable de la unidad de marines en la base, sigue el discurso gracias a la labor de su traductor. Como ocurre en todo el este del país, los marines son los encargados del entrenamiento directo de los soldados afganos y viven, literalmente, «empotrados» con ellos. En Mehtarlam hay ocho mandos dedicados a esta labor que califican de «fundamental» para la seguridad en el país. El teniente Corman ve al soldado afgano «muy motivado y con ganas de ayudar al país, especialmente los más jóvenes», apunta desde la terraza de su barracón desde la que se puede alcanzar con la mano el minarete de la mezquita de sus colegas afganos.
74 años después del conflicto bélico americano más cruento del siglo XX, Bolivia y Paraguay sellaron ayer la paz en Buenos Aires. Fue el epílogo de la llamada Guerra del Chaco que enfrentó a estos dos países entre 1932 y 1935 por problemas de límites territoriales. En la contienda, fomentada por empresas petroleras, murieron cerca de 100.000 soldados de los dos países más pobres de Sudamérica. La mayoría pereció por la sed y la malaria.
El acto estuvo encabezado por la presidenta argentina, Cristina Fernández, junto a su colega boliviano, Evo Morales, y al paraguayo, Fernando Lugo. Argentina presidía en 1936 la comisión de países garantes del Tratado de Paz, Amistad y Límites que permite poner fin al conflicto. El canciller argentino de entonces, Carlos Saavedra, obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1936 por sus gestiones para frenar el enfrentamiento. La comisión que estableció la demarcación para los países, que comparten una frontera de 700 kilómetros, está integrada también por Chile, Brasil, EE UU, Perú y Uruguay. Ahora, los comisionados suscribieron el acta de cumplimiento del tratado y recibieron el memorándum del armisticio. Después hicieron lo propio los presidentes de los dos países contendientes en una celebración pública en la Casa Rosada.
Para el mandatario boliviano fue una jornada «trascendental», fruto de nuevos tiempos de «amistad y solidaridad entre los pueblos» de la región. En tanto Fernando Lugo apeló a que nunca más las apetencias por territorios extranjeros logren enfrentar a dos pueblos hermanos.
Símbolo de paz
El acto fue «el símbolo de la clausura definitiva de aquella etapa de enfrentamientos sin sentido», señaló la presidenta argentina y se refirió a la responsabilidad de empresas petroleras de EE UU (Standard Oil) y Reino Unido (Royal Dutch Shell) que habrían incentivado el choque entre los países, convencidas de que la zona del Chaco boreal albergaba un gran yacimiento de hidrocarburos, un hecho que el tiempo se ha encargado de desmentir.
Los historiadores coinciden en que las empresas estaban detrás de la guerra y que armaron los ejércitos. La idea apuntaba a tener el control del río Paraguay y sus afluentes, a fin de asegurarse la salida fluvial por el río de la Plata, ya que Bolivia y Paraguay carecen de un acceso directo al mar.