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Menos letal, más contagiosa

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Desde que entramos en el siglo XXI, la humanidad se ha enfrentado a tres grandes alertas de pandemia. La primera apareció a finales de 2002 en China con el nombre de neumonía asiática o Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SRAG, también SARS). Una hipótesis aventura que pasó a los humanos desde las civetas (mamíferos similares a tejones que se vende para el consumo en Asia). Hubo más de 800 muertos y unos 8.000 afectados en todo el mundo. La segunda gran alerta llegó a finales de 2003 también en Asia, la gripe aviar (procedente de las aves), que desde entonces se ha cobrado alrededor de 240 muertos con casi 370 afectados. La tercera gran alarma se ha desatado hace sólo unos días bajo el nombre de gripe porcina, aunque la OMS insiste en despojarle de toda relación con el cerdo y prefiere llamarla nueva gripe -porque se transmite ya entre humanos y no por consumir este animal, con vistas a evitar pérdidas a los productores de esta carne-. Ayer, esta organización instó a todos los países a «prepararse para una pandemia», aunque aún no la considera «inevitable». Eso sí, estudia elevar la alarma de 4 a 5.

Ramón Cisterna, catedrático de Microbiología e Inmunología de la Universidad del País Vasco y coordinador del grupo de Estudios de la Gripe, cree que «todavía es pronto para tener datos sobre cómo de letal puede ser» esta nueva gripe, «aunque menos que la neumonía asiática, que llegaba al 30% de mortandad, y muy inferior al 65% de la gripe aviar». Los expertos han confirmado que, al menos de momento, este nuevo virus no presenta resistencia a los dos fármacos que se están empleando ya con éxito en los afectados. Son el oseltamivir (comercializado por laboratorios Roche como Tamiflu) y el zanamivir (Relenza, de laboratorios GSK), dos antibióticos -no confudir con antigripales como Frenadol o similares que sólo atajan los síntomas- que eran empleados ya contra la gripe aviar y habituales en la gripe estacional.