FERIA DE ABRIL LA FICHA

Sobresaliente Manzanares

| SEVILLA Actualizado: Guardar
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E n la corrida de Daniel Ruiz saltó un sexto toro de gran porte. El de mejores hechuras de todos. Escupido de dos picotazos, y suelto antes de una vara tomada con fijeza, había descolgado en el capote, que Manzanares usó con profusión sólo para tantear y no para estirarse. Dos veces escarbó. Pero estaba claro el son. Toro de gran categoría.

Le cortó las orejas Manzanares tras una estocada de monumento -rodó sin puntilla el toro- y después de una faena que, más en vilo o tensa que propiamente intensa y entregada durante dos de sus tres tramos, rompió a lo grande a última hora. Cuando se calló la banda de música que, destemplada, estuvo castigando a Manzanares y al resto de la gente con un horrísono pasodoble de pasarela. La querencia del toro estaba marcada en el punto desde donde había parecido sentirse reclamado las dos veces que se engalló de partida. Entre la puerta de arrastre y el palco de la música. Dos viajes buenos y seguidos por sistema y de cata, las famosas embestida profundas de los toros del tronco Zalduendo, pero al tercero había que traerlo toreado y enganchado. Los dos de tanda, templados y ajustados, tuvieron brillo, empaque, regusto. Al fin surgió, entre las dos benditas rayas y donde sucedió todo, la tanda de tres de verdad y en serio,y el de remate. Y el cambio fue clamoroso. Para bien. Una tanda con la derecha rematada con trinchera. Y otra con la izquierda abrochada con otro trincherazo y el cambiado por arriba. Dos orejas del toro, que las llevaba puestas. No eran buenos los precedentes y a los escépticos les costó apostar por ese sexto. La corrida venía tropezada. Sólo cuatro toros de Daniel Ruiz habían pasado reconocimiento. De los jugados por delante, el único bueno, segundo de corrida, se acabó rindiendo al poder casi devastador de El Juli. El cuarto, encogido y reservón, no se empleó. El primero de los dos de Gavira, que rompió plaza, fue un toro pechugón, acarnerado y remangado. Muy astifino, tuvo su querencia a toriles, donde, en el embroque de la estocada, prendió a Rivera Ordóñez por la ingle de muy mala manera. El pitón resbalaría en algún alamar providencial y el percance se saldó con un destrozo de taleguilla.

Al único bueno de los tres primeros de Daniel Ruiz, un toro ancho y bajo, le hizo El Juli una faena de impecable resolución. Tanta que no habían terminado de tocar los clarines a muerte cuando El Juli estaba ya brindando al público desde el platillo. El Juli tuvo que jugar con los desplantes de proscenio y obligarse a aguantar en péndulos. Y, a toro molido, sólo dos muletazos cambiados y uno por delante, para cuadrar y, luego, atacar en la suerte natural muy por derecho, casi encunarse y enterrar la espada entera.