José Antonio Griñán es felicitado por Bibiana Aido mientras que Chaves (al fondo) acudió a respaldar a su hasta ahora candidato. / EFE
ANDALUCÍA

La sucesión que parecía imposible

El PSOE-A ha cerrado en tan sólo quince días el relevo de Manuel Chaves. Los dirigentes socialistas andaluces han afrontado este cambio histórico con disciplina y evitando cualquier imagen de desunión

| SEVILLA Actualizado: Guardar
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Suena el teléfono. Es un número de La Moncloa. La llamada puede obedecer a un sinfín de asuntos, aunque por razones de actualidad se podría deber al debate sobre el modelo de financiación autonómica o a la decisión de Unicaja de pedir más garantías al Banco de España para acometer la fusión con Caja Castilla-La Mancha. Pero en este 12 de marzo 2009, la propuesta que le hará José Luis Rodríguez Zapatero a Manuel Chaves supone el arranque del mayor cambio experimentado en la política andaluza en los últimos 19 años.

El mensaje es conciso: Zapatero quiere que Chaves entre a formar parte del Gobierno de España como vicepresidente. Comienza un corto, pero intenso periodo de reflexión del presidente de la Junta de Andalucía. Quince días de conversaciones y una ronda de contactos para recabar la opinión de sus más estrechos colaboradores y, por supuesto, de su familia.

La aportación de una docena de hombres y mujeres ha resultado clave para que, finalmente, el jueves 23 de abril, José Antonio Griñán prometiera su cargo como quinto presidente de esta comunidad autónoma. Sin cristales rotos, con una naturalidad, al menos en evidencia, pasmosa. Como si se tratase de una acción gestada durante años en vez de en tan sólo tres semanas de vértigo.

EL MOMENTO DEL CAMBIO

El 'sí' de Manuel Chaves

Ocurrió lo mismo en la campaña electoral de 2000, y en la de 2004. En la de 2008 era previsible que el tema surgiera con más virulencia. ¿Serán las últimas elecciones de Manuel Chaves? Formular esta pregunta ante los dirigentes socialistas suponía algo similar a mentar la bicha. Las respuestas que se ofrecieron hace un año, pero también hace dos meses, surgían casi desde la indignación ante la presunta tozudez de interesarse por un hecho que no iba a ocurrir en años: Debate ficticio, Chaves será candidato también en 2012, Andalucía no puede prescindir de un ferrari como Chaves, entre otras. Medir los tiempos es un arte en política y Chaves se ha caracterizado por ser un aventajado discípulo de esta práctica. «Me voy en el momento que he considerado oportuno y de la forma que he creído más conveniente», confesaba el ex presidente andaluz a un grupo de periodistas horas después de prometer su cargo como vicepresidente tercero. En la campaña electoral de 2008, en lo que se calificó como un desliz, Chaves dijo en una entrevista que le gustaría que su relevo al frente de la Junta, cuando llegara, fuese una mujer socialista.

El secretario general del PSOE-A, cargo que seguirá ejerciendo también ahora que se ha desligado de la presidencia autonómica, refrendó la tesis de que, antes de que el Domingo de Ramos saliera a la palestra el nombre de José Antonio Griñán, había barajado y sopesado otros posibles candidatos.

GASPAR ZARRÍAS Y MAR MORENO

Evitar batallas pasadas

La diversidad y dimensiones del PSOE de Andalucía suele ser un arma clave para ganar las batallas electorales, pero también un volcán a punto de estallar en cuanto a las divisiones internas. Manuel Chaves cercenó, a partir de 1996, enfrentamientos tan públicos y notorios como la épica batalla entre guerristas y renovadores que estuvo a punto de fraccionar la organización en 1994, precisamente el año en el que los socialistas estuvieron más cera de perder la Presidencia de la Junta de Andalucía a causa de la pinza entre el PP de Javier Arenas e IUCA de Luis Carlos Rejón. En esta lluviosa primavera de 2009, el primer objetivo de la cúpula socialista era evitar la más mínima fractura interna. Si Chaves aceptaba, el nombre del sustituto tenía que ser sinónimo de cohesión y consenso absoluto. El escalafón del último Ejecutivo de Chaves dejaba bien claro que el vicepresidente primero era Gaspar Zarrías. Su posible nominación conllevaba el riesgo de que el PSOE de Sevilla pusieran sobre la mesa algo más que reparos. Un malestar que también podría traspasarse a otras provincias. Chaves, en una maniobra hábil, zanjó tal temor. Ofertó a Zarrías, uno de los hombres a los que procesa mayor confianza, que le acompañara en su regreso a la política nacional, como secretario de Estado de Cooperación Territorial.

Zarrías confiesa que sintió el mismo vértigo que experimentó Manuel Chaves cuando recibió la llamada de Rodríguez Zapatero, pero que por amistad y lealtad política, le había dado el .

Esta decisión menguaba las posibilidades de tensiones internas, pero al ya delicado equilibrio entre las ocho provincias andaluzas se unía otro poderoso frente. La Ejecutiva Federal también quería medrar en este proceso.

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