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La puesta en valor del patrimonio cultural

Raúl Lloret | Asociación de Historiadores |
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La celebración del bicentenario de La Pepa nos ofrece una excelente oportunidad para que, al menos, rescatemos los valores de nuestro patrimonio cultural y, en cierta medida, para potenciar nuestra oferta turística y mejorar nuestra deficiente economía. Sería interesante que fuéramos repasando los múltiples y valiosos tesoros que, de manera directa o indirecta, relacionan nuestro patrimonio con la efeméride que vamos a celebrar.

Un ejemplo ilustrativo lo constituye la maqueta de nuestra ciudad que, aunque realizada unas décadas antes de 1812, nos proporciona otro medio para conocer cómo era nuestra ciudad en esa época. Una breve  historia y descripción de este monumento puede arrojar diferentes claves para interpretar nuestro pasado y para construir nuestro futuro.

Es la gran fotografía para los historiadores y estudiosos del Cádiz de su siglo de oro, su mejor documento visual. Han pasado dos siglos y, como todo organismo viviente que es una ciudad, ha tenido diversas transformaciones que han modificado su fisonomía, pero mucho se mantiene y esta maqueta es la mejor guía para explicar a los gaditanos y a los foráneos con una vista de pájaro y cercana su máximo esplendor económico y cultural.

El origen de la maqueta comienza al desear el rey Carlos III tener una reproducción tridimensional de las plazas fuertes de su reino; entonces decidió que se construyeran maquetas de las ciudades más importantes de su reino destacando en ellas sus fortificaciones. La importancia de la maqueta de Cádiz reside en que fue la única que se realizó al completo y la que empezó a construirse primero, con ella se concluyó el ambicioso pero inconcluso proyecto del rey Borbón.

Las obras comenzaron en 1777 dirigidas por el Ingeniero y Teniente General de Infantería Alfonso Jiménez que se valió para su realización de un plano de Ignacio Salas de 1749, este fue el ingeniero militar diseñador de la actual Puerta de Tierra. Fue terminada en 1779 como está escrito en la placa situada en la maqueta, donde específica que el teniente no fue ayudado ni por ayudantes ni delineantes, sólo por los ebanistas. La maqueta consigue reflejar con bastante fidelidad y con minuciosidad de detalles la ciudad gaditana en la segunda mitad del siglo XVIII, tanto sus calles, casas, plazas como los edificios más importantes.

Está construida en madera fina y compuesta por cuatro fragmentos que se acoplan perfectamente. Los edificios más importantes están realizados con marfil, al igual que la Catedral que al no estar terminada cuando se hizo la maqueta Alfonso Jiménez utilizó como ayuda unos planos de 1749 del ya mencionado ingeniero Ignacio Salas, que se encuentran actualmente en el Archivo Municipal. Gracias a este plano-relieve entre otros edificios podemos visualizar las diversas fortificaciones que se han ido construyendo en nuestra ciudad en la Edad Moderna a partir, sobre todo, del asalto anglo-holandés de 1596.

Al igual que ocurren con tantas obras, ésta también pasó a lo largo de su historia por distintas incidencias, algunas de ellas muy poco afortunadas y bastante penosas como el incendio de 1835 que se produjo en unos de los pisos altos del Ayuntamiento que destruyó varias piezas. También fueron cedidas algunas piezas para decorar varias tómbolas con los consiguientes desperfectos para las mismas.

Tras varios paseos por diversas dependencias y edificios, la maqueta se utilizó para la exposición Marítima Nacional en 1887 en un terreno que estaría en el actual barrio de San Severiano. Fue llevada para su instalación –casi definitiva - en 1912 al actual museo de las Cortes, en la época de su inauguración donde también sufrió desperfectos ya que se cortaron algunos trozos para adaptarla al nuevo emplazamiento.

Cuando se cerró el museo provisionalmente para su arreglo se ordenó buscarle un sitio temporal, un informe ya hablaba del peligro de destrucción de la maqueta debido a que la techumbre del lugar estaba carcomida por la polilla, entonces se propusieron diversos sitos para su colocación mientras arreglaban el museo, estuvo un tiempo en una sala del grupo escolar Generalísimo Franco, estando conforme la Real Academia Hispano Americana que presidía José María Pemán y ejercía como secretario César Pemán.

Debido a diversos motivos –como, por ejemplo, la explosión de 1947- su restauración llegó por fin en 1950, a cargo de Manuel Pena López, Oficial de carpintería de obras municipales. Por fin  se situó en el piso primero, un espacio que sirvió como salón de sesiones para la Academia Hispanoamericana. Allí podemos todos contemplar y admirar la historia visual de ese Cádiz de Oro, por el comercio indiano, y al que debemos buena parte de la configuración urbanística actual.

 Celebramos la iniciativa conjunta del Ayuntamiento y Unicaja para terminar de restaurar la maqueta, que cuando concluya la remodelación del Museo de Las Cortes estará ubicada en un nuevo emplazamiento donde podrá ser observada mejor que hasta ahora.