Marsé pronunció un discurso tras recibir el premio. /AFP
FRASES DESTACADAS

«Las ideas, por encima de los idiomas»

Juan Marsé, al recibir el Premio Cervantes, llama a poner «más atención a las cosas que se dicen» que a la lengua en que se expresen

| COLPISA. ALCALÁ DE HENARES Actualizado: Guardar
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Se le notaba algo nervioso, pero leyó el discurso con tranquilidad, haciendo todas las pausas, gustándose a sí mismo y provocando risas y sonrisas en el auditorio con sus golpes de humor. «Los que me conocen bien saben que me da bastante apuro hablar en público. Créanme si les digo que el otro día, en Barcelona, antes de emprender viaje, tentado estuve de entrar en casa de don Antonio Moreno, que guarda la cabeza encantada y parlante desde los tiempos en que don Quijote y Sancho visitaron la ciudad, y traerme esa testa para que hablara en mi lugar. A buen seguro que habría dicho palabras más sabias y de más provecho que la mías».

Vestido de chaqué -prenda que aborrece- y arropado por su familia, Juan Marsé, de 76 años, recibió el Premio Cervantes de manos del Rey, un galardón que está dotado 125.000 euros y que se concede por primera vez a un autor catalán. En un bien trabado discurso, en que el alternó el jabón con el látigo, el novelista catalán defendió en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares la calidad de las ideas por encima de la lengua en que se expongan. «Muchas cosas que se dicen o escriben, en el idioma que sea y por muy auténtico que éste se presuma, deberían a menudo merecer más atención y consideración que la misma lengua en las que se expresa», razonó el autor de Si te dicen que caí, quien a renglón seguido cogió el látigo para arrear estopa.

Influencia de la televisión

«Actualmente los medios de comunicación son tan abrumadores y omnipresentes, se siente uno tan asediado las 24 horas del día por una información tan insidiosa y reiterativa, que casi no hay tiempo para la reflexión. La televisión debería contribuir a reconocer y asumir la variedad lingüística del país, y es de suponer que en cierta medida lo hace, pero no parece que nadie se pare a pensar en los contenidos de esa televisión ni en su nefasta influencia cultural y educativa».

Y remató hundiendo el tridente: «Soy del parecer que más de la mitad de lo que hoy entendemos por cultura popular proviene y se nutre de lo que no merece ser visto ni oído en la televisión».

Habló Marsé de la imaginación y de su amor por el Quijote, que leyó a los 16 años -a la tercera intentona- en el parque Güell de la Ciudad Condal. «En el corazón del caballero chiflado que no distingue entre apariencia y realidad, anida, como es bien sabido, el germen y el fundamento de la ficción moderna en todas sus variantes», argumentó. «Soy un amante incondicional de la fabulación. Tan adicto soy que a veces pienso que solamente la parte inventada, la dimensión de lo irreal o imaginado en nuestra obra, será capaz de mantener su estructura, de preservar alguna belleza a través del tiempo».

Citó una vez más la frase del poeta norteamericano Ezra Pound, una idea que lleva grabada a fuego y que asume como si fuese suya: «El esmero en el trabajo, el cuidado de la lengua, es la única convicción moral del escritor». Escribir buenas historias, con eficacia y calidad literaria, ése es su lema. De ahí que rechace tanto a los escritores «metaliterarios», que sólo se saben mirar el ombligo, como a los «floridos» que utilizan lo que él denomina «prosa sonajero» (frases que suenan bien pero vacías de contenido). Imaginación y esmero, sí, pero anclados en la realidad.

En un acto que estuvo presidido por los Reyes y al que asistieron, entre otras autoridades, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Virgilio Zapatero, el novelista catalán, que apoya la pluralidad lingüística, justificó su elección de escribir en castellano apelando al momento histórico en que creció. «En mi casa sólo había dos libros en catalán, pues el resto se quemaron por temor a las represalias franquistas. Mis primeras lecturas fueron en lengua castellana: El libro de la selva, Genoveva de Brabante, Tarzán de los monos, Humillados y ofendidos y La historia de San Michele. Soy un catalán que escribe en lengua castellana. Yo nunca vi en ello nada anormal».