El respetable público
Actualizado:Sólo por pagar la entrada, cuyo precio nos puede parecer excesivo pero no tan desmesurado como para no permitirnos entrar, los espectadores nos hacemos dignos del título de respetables. En la masa informe abundan los enérgicos cretinos, los irresponsables ágrafos, los adictos a cualquier emergente ideología. Pues bien, cuando se juntan, antes de haber pasado por taquilla, forman «un público» y, por muy borricos que sean individualmente, cuando se suman adquieren una entidad considerable. ¿Será verdad eso de que «el hombre es bueno y los hombres son malos»? Los que estamos convencidos de que no hay forma de ser personas bien nacidas sin amar al pueblo, que es el que acumula mayor sufrimiento histórico, se nos tambalean algunas convicciones. ¿A qué seguimos llamando pueblo? No hablo sólo de España. El fútbol es hoy lo que en otros tiempos fueron los toros: un espejo y un horóscopo sin fecha. En la «divina península», el Juventus ha sido castigado con un partido a puerta cerrada por gritos racistas.
Una tribu humana, en mi opinión algo más evolucionada que la nuestra, mostró un comportamiento innoble con el futbolista del Inter Balotelli. Un jovencísimo futbolista negro al que cuando sale al campo le echan cacahuetes y le reprochan el color de su epidermis. Balotelli no sabe cómo disculparse. Nació en Sicilia, de padres ghaneses, y es internacional azzurro. El racismo sigue vigente en los estadios y el respetable público odia por igual a la discriminación racial y a los negros que no juegan en su propio equipo. Si el central del Madrid, Pepe, formara parte de un conjunto rival, le exigirían los rivales que hablara, antes de alinearlo. Siempre es una garantía de que pertenece al género humano. Aunque no la única.