El templete

Nunca comprendí la decisión de la «mente privilegiada» que, al proyectar la remodelación de nuestra plaza de Mina, hizo desaparecer su templete central. En nuestros años mozos, ya un poco lejanos, la zona del Museo se convertía en improvisado campo de fútbol donde, con las célebres y recordadas pelotas de trapo, disputábamos auténticos partidazos goleando a las farolas o con las incipientes pandillas jugábamos al contra o al mangüiti. A veces, menos de las que hubiéramos deseado, disfrutábamos oyendo algún concierto de bandas. En aquellos años, aunque a los jóvenes actuales les pueda parecer una utopía, al no existir ni Ipod ni mp3 ni nada que se le pareciera y cuando en muy pocas casas existían, no equipos de música, sino simples tocadiscos, la única posibilidad de oír música era la que se ofrecía en aquellos conciertos mañaneros. En alguno de ellos fue donde por primera vez tuve ocasión de escuchar algunas piezas de zarzuelas, marchas militares, etc. Cuando desapareció, nuestra plaza de Mina quedó huérfana, amputada de una de sus signos de identidad. Visitando otras ciudades como Pamplona, con su plaza del Castillo, donde se conserva uno magnífico; Segovia, con el de su plaza Mayor; Badajoz, con el de la plaza de San Francisco; o la cubana Cienfuegos, con uno muy parecido al de Cádiz frente al Teatro Tomas Terry, no he podido por menos que añorar el nuestro. Ahora, bendita iniciativa municipal, se va a recuperar el de aquí, sea bienvenido. Cuando esté operativo hay que hacer lo posible por recuperar el ambiente de la plaza y alejar el botellón mañanero para volver a ser el centro de tertulias y conciertos como antaño. Seguro que si se consigue las generaciones venideras nos lo agradecerán y podrán degustar el sabor de las mañanas primaverales u otoñales a los sones de una buena banda y si es la municipal, mejor que mejor.