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Alerta policial en El Puerto ante posibles represalias tras la reyerta de Semana Santa
La familia del hombre muerto a tiros niega que se tratase de un ajuste de cuentas por drogas, sino una disputa iniciada meses antes por la venta de un traje
| CÁDIZ Actualizado: GuardarLa muerte el pasado Domingo de Ramos de Juan Fernandez, el hombre de 62 años asesinado a escopetazos durante una refriega entre los miembros de dos familias de etnia gitana enfrentadas, tiñó con sangre la ya manchada imagen que en los últimos años se ha levantado en torno al barrio de Los Milagros.
Desde aquella noche, las alarmas saltaron entre las fuerzas de orden público y, a día de hoy, sigue activado un protocolo de alerta ante posibles nuevos capítulos de violencia. Tanto la policía como los dispositivos sanitarios están activados por si se produjeran nuevos episodios de violencia.
La noche de aquel domingo los hijos de ambas familias saldaron las rencillas a punta de cuchillo y escopetas. Y aunque las detenciones policiales de miembros de los bandos intentaron evitar represalias posteriores, el temor a que la sangre se cobre con más sangre sigue despierta.
Hasta ahora cinco personas se encuentran en prisión: tres son los hijos y un yerno del fallecido, miembros de la familia de los Bermúdez. Los otros dos, presuntos autores del asesinato, pertenecen a los Santiago Cadi, también conocidos como los Aoños.
La Policía busca aún a una sexta persona perteneciente a esta segunda familia, que ha desaparecido del mapa. La equidistancia y el equilibrio, por tanto, no se ha cerrado aún.
Por ahora, las calles de Los Milagros respiran con una tranquilidad no exenta de tensión. Los miembros del clan de los Santiago Cadi que vivían en el barrio se han mudado. Han huido. Y han dejado vacías sus casas, en cuyas fachadas aparecen amenazas e insultos pintadas en negro: «Fuera, asesinos, hijos de puta», se puede leer en las paredes blancas y desconchadas de los edificios.
La familia del fallecido, por su parte, guarda su luto con total rigurosidad, mientras pide que sean liberados los hijos y el yerno del fallecido, que siguen en prisión, tras ser detenidos el día de la pelea. La Policía los halló armados con navajas y un hacha, buscando supuestamente venganza.
«Son inocentes», afirma en cambio Francisca Fernández, hija del asesinado, que también fue víctima del tiroteo al recibir un disparo en una cadera. Se interpuso entre los asesinos y su padre, recuerda.
Según su versión, la muerte no fue fruto de un ajuste de cuentas por drogas, «como se ha dicho en los medios», sino el resultado de una absurda pelea entre familias, con un origen tan inocente que hace aún más trágica la muerte de Juan Fernández: la venta de un traje. «Nosotros no estamos metidos en la droga», explica Francisca. «Todo comenzó porque mi padre -Juan Fernández- quiso venderle un traje nuevo a Antonio -el padre de la otra familia- para sacar algún dinero». La mujer de este hombre, sin embargo, se opuso a voz en grito en la venta, interponiéndose en la negociación de los dos varones. Así que Juan Fernández lo tomó como una ofensa.
Según cuentan los hijos de Juan Fernandez, la pelea entre los dos patriarcas -emparentados entre sí- acabó en una tensión abierta entre las dos familias, que incluso explotó en una pelea e intercambios de amenazas. «Nos dijeron que o nos íbamos del barrio o nos reventarían; y lo han cumplido», recuerda María de los Reyes Valencia, viuda de la víctima, que nunca pensó que la manera de saldar el enfrentamiento llegaría tan lejos.
Para María, la reyerta fue iniciada por los Santiago Cadi como una treta para acorralar a su marido. «Empezaron a insultar a uno de mis hijos, para que mi marido acudiese; entonces salieron con las pistolas y empezaron a disparar», recuerda.
La familia de Juan Fernández, considera por tanto injusto que tres de sus miembros -los dos hijos y un yerno- sigan en prisión, detenidos tras el tiroteo por la Policía cuando intentaban capturar a los asesinos, pero también parar de raíz posibles represalias. Los hijos del fallecido, de hecho, fueron detenidos a tiempo, cuando intentaban tomarse la justicia por su mano.
mgarcía@lavozdigital.es