Fernando Rey y Silva Pinal, protagonistas de 'Viridiana', en una de las escenas de la célebre película del maestro aragonés.
EL CINEASTA

Buñuel en familia

El hijo del mítico cineasta y su actriz fetiche, Silvia Pinal, desgranan sus recuerdos de 'Viridiana', elegida Película de Oro en el festival de Málaga de este año

| MÁLAGA Actualizado: Guardar
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Tardó 16 años en estrenarse y la primera vez que entró en España lo hizo oculta bajo los capotes y el estoque de un torero. Juan Luis Buñuel recuerda el paso por la frontera. Los guardias civiles se cuadraron al paso de la cuadrilla del matador y gritaron «¡suerte!», en una escena que le hubiera encantado a su padre. Viridiana se había alzado en 1961 con la Palma de Oro del festival de Cannes, la única película de habla hispana que lo ha conseguido hasta la fecha. Comenzaba la leyenda de una obra maestra del cine español, que el festival de Málaga homenajea con la presencia del hijo del genio y de su actriz fetiche, Silvia Pinal.

Viridiana fue el mayor gol recibido por la censura franquista. Se estrenó el mismo día de la legalización del Partido Comunista. A Buñuel se le había permitido rodar en España por el prestigio adquirido en su exilio mexicano. «Sólo regresaba cada año para tocar el tambor en la Semana Santa de Calanda», recuerda Pinal. Ella era la novicia sobrina del venerable hidalgo español encarnado por Fernando Rey, que queda perturbado por el parecido con su esposa muerta. Le ha pagado los estudios y la acoge en su hogar. Cuando ella pretende regresar al convento, la miente diciendo que la ha violado mientras dormía.

El hidalgo se suicida por su marcha, y Viridiana convierte entonces el caserón en un asilo de indigentes. Buñuel arremete contra la caridad cristiana mal entendida y la hipocresía burguesa en un filme repleto de sugerencias sexuales e imágenes sacrílegas memorables, como la célebre parodia de La Última Cena con mendigos en lugar de apóstoles. L'Osservatore Romano la tachó de blasfema y El Vaticano amenazó con excomulgar a Buñuel y a los productores. El director general de Cine, José Muñoz Fontán, regresaba ufano con la Palma de Oro cuando le comunicaron el cese en la misma escalerilla del avión.

«Franco era idiota. Leyó en L'Osservatore que era una película impía y mandó quemar todos los negativos», se irrita Juan Luis Buñuel, ayudante de dirección en Viridiana. No sólo eso. Se prohibió nombrar al cineasta en los medios y las embajadas recibieron órdenes de perseguir la cinta. Silvia Pinal, por entonces casada con el productor Gustavo Alatriste, huyó a México con un copión y lo enterró en la hacienda de Luis Miguel Dominguín. «Le estoy muy agradecida a Franco, que armó un gran escándalo porque la censura había dado el visto bueno», ironiza. «Como la película no tenía nacionalidad, no se podía vender. Se la persiguió».

Se cuenta que cuando el dictador por fin la vio sancionó: «¿Sacrílega? Si son chistes de baturros». Como recuerda Buñuel hijo, la única ventaja de censurar el guión consistió en mejorar el final: «Mi padre había previsto que el personaje de Paco Rabal, primo de Viridiana, echara a la criada en la última escena y cerrara la puerta quedándose con su primita. Inmoral, dijeron. Así que mantuvo la puerta abierta mientras los tres juegan al tute». Silvia Pinal protestó al entender «la humillación» que suponía para el personaje la clara alegoría de un trío sexual. Buñuel la tranquilizó con retranca aragonesa. «Me dijo que esa mujer iba a servir para algo. 'Va a labrar la tierra y a tener hijos'».

A Málaga también se ha acercado Asunción Balaguer, viuda de Paco Rabal, que desgrana sus recuerdos del autor de Tristana. La frasca de vino español y la pistola antigua con la que el actor conquistó a Buñuel en el rodaje de Nazarín, o la fascinación que el director sentía por los ojazos de la pequeña Teresa Rabal, debutante con nueve años en Viridiana. «No le gustaba dirigir niños, se lo dejaba a Juan Luis». Balaguer conserva la imagen de un Buñuel ebrio de nostalgia. «Le gustaba el olor de las aceras de España. Según él, olían a pis». Los tambores de Calanda en la Plaza de la Marina atronan y se suman a las dos exposiciones dedicadas al álbum familiar del cineasta y a los pósters de sus obras. El documental El último guión, de Gaizka Urresti y Javier Espada, traza un recorrido físico y sentimental desde Calanda a México, pasando por la Residencia de Estudiantes y un Madrid en guerra. Málaga también ha invitado a Ian Gibson, que prepara una biografía definitiva sobre Buñuel.

La visita de Marilyn

El hispanista ha descubierto alusiones a Lorca en un filme «genial». Precisa que, más allá de la adaptación del relato de Pérez Galdós, el guión nació al quedar el director extasiado ante una reproducción de santa Viridiana como una novicia contemplando los hábitos de Cristo. Pinal recuerda el cuadro y compite con Juan Luis Buñuel en anécdotas: los pordioseros reales que se mezclaban con los de ficción o el espeluznante crucifijo-navaja, que Juan Luis compró en una tienda para turistas de la Plaza Mayor.

Sonríen al recrear la visita de Marilyn Monroe a los estudios mejicanos Churubusco, en el rodaje de El ángel exterminador. «Buñuel enloqueció. Dejó todo y se fue corriendo a saludarla», recuerda la actriz. Juan Luis disiente: «Es curioso. Él contaba que cuando llegó Marilyn no le hizo ningún caso. ¡Era un mentiroso!».