Fiasco diplomático
Actualizado: GuardarEl escándalo que está marcando la cumbre de Naciones Unidas contra el racismo constituye un fracaso de la diplomacia que debería haber desplegado la organización dirigida por Ban Ki-moon para evitar que la conferencia encallara en los mismos problemas que ensombrecieron la celebrada hace ya ocho años en Durban.
Era cuando menos una temeridad que se permitiera intervenir al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, cuyo discurso negacionista del Holocausto le ha convertido en un dirigente detestable a ojos de Israel. Las críticas de Ban Ki-moon al gobierno israelí y países como EE UU, Alemania o Italia por negarse a acudir a la cita en Ginebra ante el riesgo de que ésta desembocara en expresiones de antisemitismo perdieron ayer cualquier justificación al escuchar la intervención del líder iraní, quien vinculó al Estado hebreo y al sionismo en general con el racismo, al tiempo que censuró la complicidad de las potencias mundiales y de la propia ONU en los ataques que sufren los palestinos.
Los responsables de la ONU se han esforzado en subrayar las cesiones que habrían realizado los estados árabes para hacer asumible el borrador de declaración final de la conferencia, tras el precedente de Durban en el que los reunidos manifestaron su preocupación por la situación en Palestina provocando el malestar de Israel y EE UU. P La complejidad de una cumbre como la de Ginebra, especialmente cuando se aspiraba a avanzar en un terreno tan sensible, requería de una mayor habilidad diplomática para impedir que la misma no acabara transformada en campo propicio para la expresión de los mismos odios que se quieren erradicar.