Sociedad

Merino recorre las trampas de la memoria en su ingreso en la RAE

El autor desgranó los «problemas» con los que se topa un escritor cuando «decide cruzar el umbral que comunica lo real con lo ficticio»

| MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Desde su propia experiencia de «imaginador de ficciones», José María Merino dio ayer una lección magistral, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, sobre cómo la literatura sirve para desentrañar la «escurridiza» realidad, hasta el punto de que «la ficción construye una forma exclusiva de verdad».

«La buena ficción siempre resulta una revelación, mediante lo simbólico, de lo que la realidad esconde», dijo Merino ante el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, y ante los centenares de invitados que quisieron acompañarlo en un día tan solemne para él, que cierra, «de modo inesperadamente grato», su trayectoria personal.

Este escritor, «uno de los incuestionables maestros del género breve», como luego lo definiría Luis Mateo Díez, lleva más de tres décadas alumbrando novelas y narraciones breves, y en su discurso , titulado «Ficción de verdad», demostró que conoce bien los secretos de su oficio, las dudas y retos a los que se enfrenta el escritor, y la pasión que siente por las palabras. Una pasión que comenzó en su niñez, cuando la consulta en el Diccionario de «los términos insólitos» que encontraba en sus lecturas se convertía en «un nuevo viaje mental, una aventura interior». A partir de hoy, aquellas visitas al Diccionario se transformarán «en la más certera y directa de las exploraciones verbales».

El umbral

Merino (A Coruña, 1941) desgranó ante los asistentes una breve historia, de ésas que podía haber acabado siendo uno de sus relatos, para reflexionar sobre los problemas con que tropieza el escritor (los de tiempo, espacio, punto de vista y lenguaje, entre ellos) cuando decide «cruzar el umbral que comunica lo real con lo ficticio» y entrar «en un territorio de absoluta libertad» para su invención. La ficción, dijo Merino , fue «la primera herramienta» que tuvo el ser humano para, en tiempos prehistóricos, «intentar entender el mundo adverso e inescrutable» en el que vivía. «La especie humana inventó la palabra y la ordenó en ficciones, un artificio hecho de sueños objetivados, nuestra primera sabiduría consciente, y posiblemente somos sapiens desde ese preciso momento», subrayó Merino , cuya trayectoria ha sido reconocida con premios como el de la Crítica, el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Miguel Delibes, el Torrente Ballester, y, el último, el Castilla y León de las Letras, que recogerá el próximo miércoles. Antes de entrar en materia, Merino hizo el elogio de Claudio Guillén, su antecesor en el sillón m de la Academia; la letra inicial de su apellido, pero también la de palabras que, como «madre», «magia», «mestizaje», «memoria», «mito» o «muerte», tienen para él «un eco singular en la literatura y en la vida». Fallecido en enero de 2007, Guillén fue «un asombroso viajero en los espacios de la literatura, por encima de lenguas y fronteras», que acompañó a su padre, el gran poeta Jorge Guillén, en sus años de exilio, en los que tuvo la suerte de convivir con Pedro Salinas.