OPORTUNIDAD. El profesor reparte los exámenes en la última prueba. / ANTONIO VÁZQUEZ
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Unos 3.000 aspirantes se examinan para obtener el graduado de la ESO

Hicieron tres pruebas para lograr el título

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Una oportunidad laboral, enmendar una decisión equivocada de la adolescencia o tener la universidad en el horizonte son algunas de las razones que movieron ayer a unos 3.000 aspirantes, mayores de 18 años o que están a punto de cumplirlos, a enfrentarse a tres pruebas teóricas dentro del examen para obtener el graduado de la ESO. Desde las nueve de la mañana hasta pasadas las siete de la tarde, lucharon por hacerse con un pasaporte «para tener más posibilidades» en el mercado laboral, como reconocía una de esas aspirantes, Estefanía Morales, de 22 años.

La provincia tuvo doce tribunales repartidos por los principales núcleos de población. En la capital hubo cuatro, que se ubicaron entre el IES Bahía de Cádiz y el Instituto Provincial de Formación de Adultos (IPFA), con 250 aspirantes de media en cada uno. No se produjeron incidencias ni anécdotas llamativas, salvo los nervios de muchos que llevaban años sin enfrentarse a un examen teórico donde se abarcaron tres ámbitos: el científico-tecnológico, comunicación y social. Cada prueba estaba repartida en seis bloques de preguntas, donde se alternaban las cuestiones que requerían un desarrollo por escrito con las de tipo test. En total, 100 puntos como nota máxima.

Educación colgará mañana en su web los exámenes, a los que no se pudo acceder ayer, y el próximo 27 saldrán las calificaciones. Ese día sabrán esos 3.000 aspirantes si han conseguido un pasaporte para sus deseos. Aunque la mayoría de estas personas, apenas llegan a la treintena y aún tienen frescas ciertas materias, también se dieron casos de personas que abandonaron las aulas hace décadas.

A un paso de un trabajo

Ése es el caso de Roque Suaza, de 43 años, quien necesita el certificado de la ESO para acceder a un puesto como celador en el SAS. Tiene dos hijas en Secundaria, pero su ayuda ha sido otra: «No me ha costado trabajo ponerme con los libros. A través de internet y con mi mujer he podido llevarlo bien. ¿Lo peor? Las matemáticas, que no se me dan muy bien, pero tener tan cerca un trabajo, te anima mucho».

La situación de Estefanía Morales y de su amiga Desireé Moreno, de 23 años, es completamente distinta a la de Roque. «Por las cosas del pavo, los novios y las tonterías de la edad dejé las clases cuando tenía 17 años y ahora me arrepiento mucho. Por eso estoy aquí». Estefanía y su compañera están en una Escuela Taller aprendiendo el oficio de carpinteras. «Esta vez no nos lo hemos preparado muy bien, pero nos hemos presentado para saber cómo va el examen de cara a la convocatoria de septiembre», dice Desireé.

stubio@lavozdigital.es