Cartas

' iGeneración'

| Puerto Real Actualizado: Guardar
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Tengo un iPod donde escucho mis canciones favoritas y que no despego de mis oídos. Paseo por la calle, por los parques, por las plazas y me aíslo de cualquier mirada, de cualquier intento de entablar ninguna conversación con algún conocido. También tengo un iTouch donde visiono mis películas y fotografías donde se me antoje: en la playa, en el autobús, en las tediosas clases, en la perpetua sala de espera del médico, en la calamitosa cola del paro, etc. Mis mensajes y mis llamadas las recibo en mi iPhone, mi teléfono donde sólo utilizo un pequeño porcentaje de todas las utilidades que me ofrece, a través del cual estoy permanente conectado con miles de contactos y amigos que ni siquiera he visto en mi vida y que jamás veré, pero que no puedo vivir sin ellos y sin ese absurdo contacto digital. No sé ni siquiera sus verdaderos nombres, sin embargo me hablan de sus inquietudes, de sus miedos, de sus deseos. Cuando llego a casa, sin mediar palabra con nadie, me encierro en mi cuarto y enciendo mi iMac, mi medio de escape. Descargo mis canciones, mis películas, mis contactos, mis mensajes, mis fotos, en fin toda mi vida. Actualizo mi blog con mis reflexiones y observo cuanto ha crecido mi espacio social en iNet. Me siento bien, miles de contactos y miles de amigos repartidos por todo el mundo. Miles de kilómetros nos separan, pero esta noche están cerca de mí, dentro de mi habitación. En la época de la gran idea de las comunicaciones qué fácil es estar unido con miles de pensamientos, de sensaciones y de deseos de tanta gente. Quiero calmarme, no pensar en nada, sólo en las cosas que realmente merece la pena. Llega la hora de dormir, apago todos mis dispositivos y al cerrar los ojos otra vez lo mismo, la eterna sensación de soledad. Qué solo estoy y las lágrimas se deslizan por mis mejillas.