ANABOLIZANTE

Friends

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Un incidente en el techo de mi cuarto de baño ha sido la excusa para conocer a mi nueva vecina de arriba, encantadora, educadísima. Lleva dos semanas viviendo aquí con su novio. Y nada, los típicos comentarios cordiales: «Para lo que queráis, aquí estamos, cualquier día organizamos una cena, mi novio es de Granada» «¡Ah, nosotros somos andaluces también, los cuatro de Cádiz!»... Y ahí ha venido la pregunta inevitable: «¿Vivís cuatro? ¿Qué sois, estudiantes?»

Debo decir que había una penumbra en la entrada de mi casa que quizás haya podido confundir a mi vecina, atribuyéndome una edad que ya no tengo. Con más luz, hubiera advertido que tengo ya más años que la madre de Colón, demasiados como para seguir siendo estudiante sin que sea patológico.

Yo he reaccionado torpemente. Podría haber dicho: «No, somos tres tías y un tío como trinquetes, pero con nuestros sueldos no nos da para vivir solos, así que compartimos piso». Pero era una respuesta muy bruta, y no del todo cierta, puesto que tengo la fortuna de vivir con tres buenos amigos. Así que he balbucido: «No, no somos estudiantes, trabajamos, pero vamos, entramos, salimos, vivimos, los cuatro de Cádiz, muy bien, tú sabes...» Y luego, intentando dar un aire cool a nuestra convivencia, he soltado la patética frase: «Aquí somos como Friends». «Como Friends»... Me he cubierto de gloria. Pero bueno, no voy muy descaminada. De hecho esto es algo que se da cada vez con más frecuencia en nuestra sociedad, un nuevo concepto de familia que no tiene nada que ver ni con la sangre ni con el amor de pareja ni con los lazos políticos. Y lo siento por la Iglesia y por los partidos conservadores, tan reacios a los cambios sociales, pero a mis treinta y cinco años, mi familia, mi intimidad, son mis compañeros de piso.