ANÁLISIS

Remesas de libertad

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D etrás de las declaraciones de Barack Obama, que indican la posibilidad de ir poniendo fin a un bloqueo a punto de cumplir medio siglo de existencia, se agazapan intereses geopolíticos y, sobre todo, económicos. Para Estados Unidos -siguiendo los principios del novedoso 'poder inteligente' con el que pretende mantener su preponderancia mundial sin despertar recelos-, Cuba representa mucho más que una isla rebelde a la que habría que devolver al redil. Le permite servir de puente entre dos Américas enfrentadas ideológicamente, de enlace con Venezuela y también con Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Países con los que EE UU está obligado a negociar si de verdad quiere consolidar su posición en tan estratégica parte del mundo.

Junto a ello, la Administración Obama no puede permitir que Rusia vaya retomando posiciones tan próximas a su territorio, incluyendo el mar Caribe. Sin duda, es el momento propicio para hacer gestos amistosos. Venezuela, tambaleante ante una situación económica carcomida por la caída de los precios del petróleo, incapaz de cumplir con sus planes sociales y tocada por sus contradicciones internas, no puede frenar este acercamiento. Rusia, más voluntariosa de lo que sus medios reales le permiten, ha movido ficha muy inteligentemente en La Habana, pero puede verse arrollada por la locomotora norteamericana.

En el plano económico, tanto Cuba como Estados Unidos pueden obtener provecho. La situación cubana es tan desastrosa que queda todo por hacer, por construir y por vender. Y quién en mejor posición, física y financiera, para ello que el gigante estadounidense, donde residen cientos de miles de cubanos deseando ayudar a su gente y hacer buenos negocios. Un mercado virgen, de gente culta y preparada, deseosa de consumir, desarrollarse y progresar. Un magnífico filón que Washington no piensa dejar escapar.

Para la isla, asfixiada económicamente, con circunstancias de verdadera hambruna, con limitaciones a su sufrido pueblo impropias de un país que tiene todas las capacidades para ser un paraíso, cualquier mano tendida es bien acogida. Pero resta por comprobar la reacción de su clase dirigente, de que se haga comprender a sus miembros de que ellos también tienen mucho que de lo que beneficiarse. Ésta es la auténtica guerra que Obama debe saber ganar.

Pedro Baños es teniente coronel profesor del Ceseden