El caos se instala en Tailandia
Los seguidores de la oposición desafían el estado de emergencia y el Gobierno saca el Ejército a la calle
Actualizado: GuardarTailandia sigue cuesta abajo por el despeñadero del caos y dirigiéndose hacia un enfrentamiento civil, un nuevo golpe militar o la inmediata convocatoria de elecciones anticipadas. Después de que los seguidores de la oposición obligaran el sábado al Gobierno a cancelar la cumbre de países asiáticos (ASEAN) que se iba a celebrar en la turística ciudad de Pattaya, ayer tomaron las calles de Bangkok en un desafío al estado de emergencia que había impuesto el primer ministro, Abhisit Vejjajiva.
Envalentonados tras expulsar a los mandatarios congregados en la reunión de ASEAN, los manifestantes antigubernamentales lanzaron un órdago en forma de revuelta urbana con el fin de paralizar la capital. Luciendo sus características camisetas rojas para distinguirse del amarillo que identifica a los partidarios del Gobierno y del venerado rey Bhumibol, unas 30.000 personas marcharon por Bangkok y tomaron autobuses públicos, formaron barricadas y se saltaron los controles militares desplegados por la ciudad.
Aunque el Ejecutivo había sacado al Ejército a la calle tras decretar el estado de excepción, ni la Policía ni los soldados se enfrentaron a los 'camisas rojas', que se apoderaron de dos tanquetas y atacaron una caravana de vehículos oficiales en la que pensaban que viajaba el cuestionado primer ministro. Con este estallido de violencia, que se saldó con varios heridos y en el que algunas informaciones apuntan que hubo hasta disparos, los partidarios de la oposición respondían a la detención de uno de sus cabecillas, que el día anterior había liderado la invasión del recinto donde iba a tener lugar la cumbre de ASEAN.
Con estas protestas, los manifestantes pretenden devolver el poder al ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en septiembre de 2006 por una incruenta asonada militar y condenado por corrupción. Desde el país donde permanece secretamente exiliado, este antiguo policía, convertido en magnate de las telecomunicaciones, envió un mensaje por teléfono a sus seguidores, a los que animó a seguir adelante con las movilizaciones para derribar al actual Gobierno. «Ahora que tienen los tanques en las calles, es el momento de que la gente salga y se una a la revolución. Y cuando sea necesario, volveré al país», prometió Thaksin mientras sus partidarios seguían bloqueando la sede del Gobierno.
Riesgo de golpe
El Ejército se ha apostado en medio centenar de zonas siguiendo el estado de excepción dictado en Bangkok y cinco provincias de los alrededores, lo que podría llevar a los militares a dar un golpe que sería el decimonoveno desde 1930.
Esta nueva crisis es un torpedo en la línea de flotación del turismo, que es la principal industria de Tailandia y podría perder más de 4.200 millones de euros por la cancelación de viajes. Además, la inestabilidad política está fracturando sin remisión a la dividida sociedad, que se reparte entre la élite urbana, leal al venerado rey Bhumibol y apoyada por el Ejército, y el paupérrimo mundo rural que votaba en masa al populista Thaksin Shinawatra.
Tanto su partido como el que fundaron sus seguidores tras el golpe de Estado han sido acusados, y hasta condenados por el Supremo, de fraude electoral. Por este motivo, los detractores de Thaksin ejercieron el año pasado un feroz acoso que acabó provocando en noviembre la caída de un Gobierno afín al ex primer ministro.
Pero ahora se han cambiado las tornas y son los partidarios de Thaksin quienes se han echado a la calle para derribar al Ejecutivo, formado hace cuatro meses gracias a unos diputados tránsfugas, y exigir elecciones anticipadas.