PAN Y CIRCO

Demasiada tensión

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Conforme se acerca el momento de la verdad para el Cádiz, el aire se hace irrespirable y lo que debería ser una tensa espera más bien parece un estado prebélico en el que todos se tiran los trastos a la cabeza. El presidente anda nervioso y se desmarcó del último resbalón a domicilio blandiendo la espada de la profesionalidad y el esfuerzo económico que supone este plantel. El técnico -como viene siendo norma habitual en estos casos- se decantó del lado de sus jugadores aunque éstos sean los que se suelen ir de rositas en estas situaciones. Punto y aparte se merece la afición, que en su versión más impaciente anda de uñas porque su equipo ha sido toda la temporada un líder intratable, pero con los defectos del que se ha sentido superior y no ha podido o sabido exprimir su verdadero arsenal por falta de interés o de rivales empeñados en ponérselo difícil. Si a esto añadimos que el vecino (que no amigo) jerezano vuelve a acariciar la posibilidad de subir a Primera y postularse como una alternativa al poder establecido desde la capital en las últimas décadas, se puede entender que estas fechas previas al comienzo de la fase de ascenso se estén haciendo interminables para unos y otros. Parece como si el cadismo no terminase de aprender la lección de recientes decepciones. En una ciudad tan dada a la algarabía y que todavía tiene reciente en su memoria estampas tan inolvidables como las celebraciones de dos ascensos, da la impresión de que son muy pocos los que se manejan con soltura y frialdad en los momentos previos a la gran cita.

Con Carlos Orúe y Ramón Blanco se vivieron sendas decepciones, que muchos no han olvidado por dolorosas, y son precisamente esos testigos de excepción los que ahora deberían enarbolar la bandera de la mesura y la confianza en una plantilla que es consciente de lo que se juega y además la primera interesada en justificar su valía.