vuelta de hoja

El último profeta

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Por desgracia, en España se ha extinguido el linaje de quienes han sido dotados de la inestimable clarividencia para ver venir el futuro antes de que se convierta en presente. Los griegos decían que el porvenir está en las rodillas de los dioses y quizá de ahí provengan las lesiones de menisco de las divinidades. Nada tienen que temer los nuevos miembros del Gobierno, aunque se les exija posturas genuflexas. Ellos vienen para apagar fuegos aunque no tengan ni casco ni manguera y, lo que es peor, aunque no tengan idea de dónde está el agua. ¿Quién no cambiaría la nueva hornada de excelentísimos por una sola persona que fuera de verdad excelente? ¿Qué nos pueden prometer los miembros del nuevo equipo ministerial? Quizá no sea el último hasta que el señor presidente se caiga con todo el equipo. Depende de la economía, que altera el orden de los factores, volviendo del revés el producto nacional bruto.

No tenemos adivinos, salvo los que creen que el cambio del partido gobernante nos podría deparar una felicidad inmensa. Están arreglados. Mientras no cambie la conducta del dinero, que es de ideas muy fijas, nada podrá variar. El último profeta continental no era español, sino italiano. Se llama Gianpaolo Giuliani y es un técnico en electrónica. El hombre predijo con una semana de antelación el movimiento sísmico en la región de los Abruzzos. No sólo no le hicieron ni puñetero caso, sino que le denunciaron por crear un «clima de pánico». Visto lo que le pasó a él, debemos abstenernos de hacer augurios, incluso los que sentimos moverse la tierra bajo nuestros pies. Somos ya el 43 por ciento de los ciudadanos los convencidos de que la crisis mundial empeorará. Quizá el pesimismo sea una deformación óptica que nos hace ver las cosas tal y como ellas son.