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Chaves cree prioritario desatascar la financiación autonómica
El relevo en los ministerios estuvo protagonizado por el buen humor a pesar de que los miembros del nuevo gobierno tendrán que conformarse con ver las procesiones por la televisiónEl PSC amenaza con rechazar el modelo si afecta al 'Estatut'
| COLPISA. MADRID COLPISA. MADRID Actualizado: GuardarEl Gobierno tendrá que conformarse con ver las procesiones por televisión y comerse las torrijas en Madrid. Se queda sin vacaciones de Semana Santa, que no están los tiempos para abandonarse a la molicie ni al ocio. La crisis está en casa, ha venido para quedarse y hay que buscar la manera de echarla. «Estos cuatro días vamos a trabajar», explicó la vicepresidenta y cabo furriel de la tropa gubernamental. María Teresa Fernández de la Vega, en su afán de convencer de que la crisis no supone un paréntesis laboral, aseguró que los vicepresidentes y ministros entrantes son tan competentes que ya están a «pleno rendimiento», pese a que ni han pisado el despacho entre tomas de posesión, fotos de familia y Consejo de Ministros.
Antes, cada uno acudió al que será su próximo lugar de trabajo para la protocolaria, y cada vez más verbenera, toma de posesión. La vicepresidenta primera estuvo en las seis ceremonias para dejar claro que su estrella, de eclipsarse, nada de nada. El maratón empezó con Pedro Solbes y Elena Salgado. Se notó que ella es una de las estrellas de la crisis por la concentración de altos cargos que se dieron cita en el Ministerio. Hasta siete ministros acudieron al relevo quizás más emotivo por la entrañable figura del personaje saliente, que logró que su afabilidad se haya superpuesto a sus marmóreos soliloquios a media voz.
Después fue el turno del rector Ángel Gabilondo en Educación. Lo de ser un académico alejado de los cenáculos políticos se notó en la magra afluencia de ministros, sólo dos miembros del Gobierno se dejaron ver. Más animada estuvo el relevo entre Bernat Soria y Trinidad Jiménez. 'Trini' es una figura popular en el Gobierno y el PSOE, y ocho ministros apadrinaron su entrada en el Gobierno. Pero Soria, contra pronóstico, se llevó el protagonismo. Hablador y chistoso, se olvidó de la circunspección del científico para sacar su vis más dicharachera. Estaba a gusto con lo de ser un 'ex' y confesó que por primera vez en dos años apagó el móvil el martes. La farándula llegó de la mano de la cineasta Ángeles González Sinde, que cumplía años, 44. La nueva ministra de Cultura fue jaleada por actrices, productores, y directores. El lobby del cine, que dirían los malpensados, a ver qué pesca. Eso sí, su escaso pedigrí político congregó a pocos ministros, apenas cuatro. Nada que ver con la concentración de altos cargos que acompañó a Chaves: las dos vicepresidentas y siete ministros, no en vano es el presidente del PSOE y el último barón socialista que puede dar puñetazos en la mesa. Tras 19 años de erasmus en Andalucía, regresa al Gobierno a sus 64 años, y, como quien no quiere la cosa, se escabulle del pandemónium que se avecina en el socialismo andaluz con su salida.
Y si la toma de posesión en Cultura reunió a la gente del cine, la de José Blanco aglutinó a los empresarios de la obra pública. Allí, en el Ministerio de Fomento, se pudo ver, entre otros, a Florentino Pérez, silencioso presidente 'in pectore' del Real Madrid además de patrono de ACS. De la misma manera que Fomento atrae a cazadores de infraestructuras, haber sido ocho años el secretario de Organización del PSOE y uno vicesecretario también tiene su público. Dos vicepresidentes, 12 ministros y cuatro presidentes autonómicos acompañaron al nuevo titular de las obras públicas. Sólo faltó Rodríguez Zapatero.
Manuel Chaves dejó claro en la primera intervención como vicepresidente tercero y ministro de Cooperación Territorial que su prioridad es desatascar la negociación del nuevo modelo de financiación autonómica. Adelantó que pondrá todo su empeño en «buscar» una fórmula que satisfaga los intereses de «todos», que es algo así como buscar la cuadratura del círculo, y que, además, preserve «la igualdad de todos los ciudadanos» en el acceso a los servicios públicos. El ex presidente de la Junta de Andalucía tomó posesión de su cargo con el encargo de José Luis Rodríguez Zapatero de «culminar» la financiación una vez que se han incumplido los plazos para llegar a un acuerdo. Sabedor de que es una ardua tarea y a falta de dinero en la caja, su receta para llevar las negociaciones a buen puerto es «mucho diálogo y lealtad institucional», aunque es evidente que hará falta algo más que la buena voluntad prometida por Chaves. El vicepresidente tercero recalcó una idea sobre todas las demás, que el nuevo modelo que se alumbre tiene que servir «para todas» las autonomías; una forma de decir que no puede haber modelos exclusivos a la carta por más que así esté recogido en algún estatuto de autonomía, como el de Cataluña. Se trata, subrayó, de hacer «compatibles los intereses legítimos» de cada territorio con la razón general.
Un aviso que no gustó entre sus compañeros socialistas de Cataluña. El portavoz del PSC, Miquel Iceta, replicó que si la fórmula que al final plantea el Gobierno no cumple con las exigencias de la Generalitat será rechazada por el Gobierno de José Montilla, aunque se quede en solitario. Recordó que esta postura no es nada extraordinaria ya que Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura se quedaron fuera en 1996 por voluntad propia del sistema que ofreció el Ejecutivo de José María Aznar. Acaso «alguien piensa que Cataluña será menos firme en la defensa de sus intereses» que esas tres comunidades, se preguntó Iceta.
Si entre el PSC ya reina cierta inquietud, en CiU la desconfianza hacia Chaves es total. El líder de los nacionalistas catalanes, Artur Mas, sostuvo que el vicepresidente tercero es el adalid del «café para todos» que iguala a las comunidades sin excepción. Chaves, añadió, se ha distinguido hasta ahora por buscar «la uniformización de Cataluña dentro del espectro autonómico español», y eso es «justo lo que no nos interesa».