Horror y esperanza

Los equipos de socorro cuentan que pocas horas después del terremoto, al alba, comenzaron a sonar despertadores entre las ruinas. Fue un momento desolador. Pasadas más de 24 horas del brutal seísmo de la madrugada del lunes surgen miles de historias personales, de lo más terrible a lo milagroso.

La tragedia desgarradora e inmensa se encierra en el caso de una mujer de 31 años, Giovanna Berardini, con un hijo de dos años, que estaba a punto de dar a luz. Tenía la bolsa preparada para ir a las urgencias de maternidad. Murieron todos en casa, también su marido.

El extremo contrario es la historia de Annalisa Angelini, de 28 años, ingresada en el hospital tras el nacimiento de su hija Giorgia, el día anterior, con cesárea. Cogió a su pequeña recién nacida y logró escapar del hospital a pie, pese a su debilidad, entre los cascotes que caían. En San Gregorio una madre protegió con su cuerpo a su hijo de dos años, hallado gracias a su llanto, pero ella falleció.

La esperanza tiene el nombre de Francesca, de 21 años, rescatada 20 horas después del terremoto, gracias a que se metió bajo la cama siguiendo su instinto. También se llama Marta, de 24 años. Sacada viva a las dos de la mañana, casi un día después. En esta ciudad universitaria, casi todos los que han resistido bajo los escombros son jóvenes. Pero también hay ancianos increíbles, como Ines D'Alessandro, que a sus 98 años ha sobrevivido a tres derrumbes. Se salvó en el terremoto de Avezzano del 13 de enero de 1915, que dejó 29.000 muertos en esta misma zona. Tres años después su casa, que creían segura tras el seísmo, se vino abajo y mató a sus dos hermanas. Ahora ha vuelto a salir viva.

Alta ancianidad

La edad media en esta zona es muy alta -en algunos pueblos los ancianos son más del 60%- y han perecido muchos mayores, los más débiles junto a los niños. Sobre todo los que vivían solos, aunque muchos han sido rescatados por conocidos. «Antes de salir corriendo fui a llamar a la puerta de mi vecino, que es muy mayor, grité y grité, pero nadie respondía, mi marido me sacó de allí y luego se cayó la casa», cuenta apenada otra señora, llamada Pina, vecina del centro.

El símbolo de la tragedia es Onna, una pedanía de L'Aquila que se halla encima del epicentro del terremoto. De 300 habitantes han muerto 40, muchos de ellos niños y adolescentes. Ayer por la tarde se cerró la búsqueda. Los bomberos y voluntarios trabajaron incansables toda la noche en los edificios hundidos en la capital del Abruzzo, donde aún había personas sepultadas. En el edificio de viviendas de la avenida XX de Septiembre se buscaba a siete al caer la tarde del lunes y se decía que había una persona con vida. Al regresar al lugar a primera hora el trabajo se daba por terminado, pero ninguno había sobrevivido. Las tareas seguían ayer en la Casa dello Studente, la residencia universitaria que se halla un poco más arriba. Por la mañana buscaban aún a cuatro jóvenes. Las familias habían pasado la noche en un parterre y estaban destrozadas. Por la tarde se confirmó la muerte de todos. Otros muchos que tuvieron suerte. Fray Quirino, rector del convento de San Bernardino de Siena, contaba su aventura mirando entristecido las cúpulas derruidas de la Piazza del Duomo.

El campanario de la iglesia se desplomó sobre el monasterio y quedaron atrapados cinco frailes y un anciano. Ahogados por el polvo, la única salida era la ventana. «Me descolgué por la ventana, un primer piso alto. Luego fui a buscar una escalera y pudimos salir», relata. En ese momento llega un amigo y, sin mediar palabra, se dan un abrazo de varios segundos en medio de la plaza devastada.