El presidente anuncia la remodelación. / EFE
ESPAÑA

Zapatero revoluciona el Gobierno para combatir su fragilidad

Incluye a la cúpula del PSOE para dar más peso político al Ejecutivo Apuesta por «un cambio de ritmo» para afrontar la recesión

| COLPISA. MADRID Actualizado: Guardar
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José Luis Rodríguez Zapatero cerró ayer la mayor remodelación de su Gobierno con el cambio de cinco ministros. Asumió que el gabinete carecía de enjundia política para afrontar la crisis económica, una carencia, dijo, ahora resuelta porque el nuevo equipo tiene «un gran peso político». Elena Salgado sustituye a Pedro Solbes al frente del área económica; Manuel Chaves asume una nueva vicepresidencia, la tercera, para coordinar la política territorial, y José Blanco releva a Magdalena Álvarez en Fomento. Hasta ahí lo sabido. Las novedades: el rector Ángel Gabilondo reemplaza a Mercedes Cabrera en Educación, Trinidad Jiménez sucede a Bernat Soria en Sanidad y Políticas Sociales, y la cineasta Ángeles González Sinde desplaza a Cesar Antonio Molina en Cultura.

El presidente del Gobierno hacía como quien oye llover ante las insistentes demandas, propias y ajenas, de un cambio de ministros que fuera un revulsivo para afrontar la crisis y superar la atonía gubernamental. Pero era consciente de que esas voces tenían, unas más que otras, sus dosis de razón porque los mimbres gubernamentales que había trenzado hace 361 días no servían para encarar una recesión y el aislamiento parlamentario. Faltaba pegada política, imagen de solvencia y coordinación. Y la respuesta fue la más amplia reestructuración del Ejecutivo de sus cinco años de mandato, y con nombres en absoluto anónimos.

Nunca hasta ahora los tres máximos dirigentes del PSOE se habían sentado a la mesa del Consejo de Ministros, y ahora lo harán. El secretario general es el presidente del Gobierno; el vicesecretario general, ministro de Fomento, y el presidente del partido es el nuevo vicepresidente tercero. Otros dos miembros de la ejecutiva federal comparten tareas gubernamentales: uno veterano, Alfredo Pérez Rubalcaba al frente de Interior, y una nueva, Trinidad Jiménez, en Sanidad.

Además de reforzar el perfil socialista, Rodríguez Zapatero intenta con estos cambios taponar las dos vías de agua más evidentes, el agotamiento del responsable del equipo económico, Pedro Solbes, al que, pese a todo, alabó su «inteligencia, tenacidad y dedicación», y la descoordinación territorial para afrontar con herramientas comunes la crisis. Para la primera tarea escogió a Elena Salgado, que ha demostrado «una extraordinaria eficacia en la gestión» en todas las tareas encomendadas.

Rodríguez Zapatero ha quedado muy impresionado por «la celeridad» con la que la hasta ahora titular de Administraciones Públicas ha gestionado el fondo de 8.000 millones de euros para los ayuntamientos. Esa es, según él mismo dijo, una «preocupación fundamental» del presidente del Gobierno, que las medidas anticrisis lleguen cuanto antes a los ciudadanos. Salgado, asimismo, tendrá otra tarea no menor: cambiar el modelo de patrón de crecimiento de la economía.

Otro impulso

En definitiva, resumió el jefe del Ejecutivo en su explicación de la crisis, se trata de imprimir «un cambio de ritmo» a la estrategia frente a la preocupante situación económica y dar «un nuevo impulso» a las políticas destinadas a la reactivación. Labores que dejó en manos de la nueva vicepresidenta segunda, una de sus colaboradores desde la primera hora y a la que dedicó todo tipo de piropos políticos.

La segunda pata de la remodelación descansa en el hasta ayer presidente de la Junta de Andalucía, el veterano Manuel Chaves, quien, según Rodríguez Zapatero, tendrá que trabajar de la mano de Salgado. La primera tendrá a su cargo la carpintería técnica de las medidas, y el segundo deberá coordinarlas con las autonomías y ayuntamientos para que el combate a la crisis no se convierta en una suerte de 'ejército de Pancho Villa' en el que cada administración establezca sus prioridades sin una argamasa que dé sentido y coherencia a la batalla. El tercer nombre de la remodelación, conocido con anterioridad, era el de José Blanco, y el presidente del Gobierno lo ratificó. El número dos del PSOE, explicó Rodríguez Zapatero en el panegírico que dedicó a cada una de las incorporaciones, reúne «las mejores condiciones» para hacerse cargo de Fomento y reemplazar a Magdalena Álvarez, una ministra que si no ha abandonado antes el cargo ha sido por las presiones de la oposición para que lo hiciera.

Blanco, además de «una gran capacidad de gestión» necesaria para «el gran volumen de inversión que maneja» ese departamento, reúne, según el jefe del Ejecutivo, «visión de conjunto, autoridad y sensibilidad política», condiciones idóneas para continuar «la buena tarea» de Álvarez.

Pero Rodríguez Zapatero, aficionado como es a los golpes de efecto, no podía cerrar la crisis sin alguna sorpresa. La designación de Trinidad Jiménez para Sanidad no figuraba en las quinielas previas, pero no sorprendió en exceso pues es conocida la querencia que tiene el presidente del Gobierno hacia la hasta ahora secretaria de Estado para América Latina.

Más sorprendente fue el nombre de Ángel Gabilondo para tomar las riendas de Educación con el añadido de la política universitaria, que estaba en la órbita del Ministerio de Ciencia e Innovación. Y lo que dejó estupefacto a más de uno fue el nombramiento como ministra de Cultura de la presidenta de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, Ángeles González-Sinde. Se conocía su amistad personal con el jefe del Ejecutivo, pero se desconocía su vocación pública y menos su perfil político. «Como creadora y como persona es especialmente idónea para dirigir esta tarea», subrayó Rodríguez Zapatero.