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Elena Salgado promete su cargo, ayer, en el palacio de La Zarzuela. /EFE
ESPAÑA

Carácter contra la crisis

Elena Salgado, tenaz y enérgica, asume la responsabilidad económica con la misión de inyectar nuevos bríos

CÉSAR CALVAR
| COLPISA. MADRIDActualizado:

Le gustan los retos y no se arredra cuando hay que abrir brecha. Rubia de ojos claros, delgada y de modales exquisitos, Elena Salgado Méndez (Orense, 1949) esconde tras esa mirada fría y apariencia frágil a una mujer tenaz, competente y de carácter recio. Esas cualidades le serán muy útiles en sus nuevas responsabilidades, pues el presidente del Gobierno la ha convertido en la pieza clave de su estrategia para derrotar a la crisis. El objetivo es claro: inyectar nuevos bríos a la economía y lograr que el país salga del pozo reforzado y con un nuevo modelo de crecimiento en marcha.

La nueva vicepresidenta económica sabe qué significa ir contra corriente. Lo demostró en su juventud, allá por los años sesenta, cuando ingresó en la Facultad de Ingeniería Industrial como única chica de su curso. También se licenció en Estructura Económica, otro terreno tradicionalmente reservado a los hombres.

Salgado nació a la vida pública con los gobiernos de Felipe González. En 1987 se convirtió en la primera mujer que recibió la Gran Cruz del Mérito Militar por su reorganización administrativa del Ministerio de Defensa. Fue uno de sus primeros éxitos sonados en la gestión pública, un área en el que siempre se ha movido como pez en el agua. Fuera de ella, a medida que ha ido adquiriendo responsabilidades se ha revelado como una política de raza y con criterio, inquieta por los asuntos más allá de sus competencias que podían desgastar al conjunto del Gobierno.

La llegada al poder de José María Aznar le llevó al sector privado, en el área de las telecomunicaciones. Rodríguez Zapatero la rescató en 2004 al frente del Ministerio de Sanidad, donde le pusieron el mote de 'sargento de hierro' por su obsesión por impulsar hábitos de vida más sanos. Prohibió el consumo de tabaco en los centros de trabajo y en algunos locales e inició campañas a favor de una alimentación más sana, polémica incluida con las hamburguesas XXL.

Incluso intentó implantar una ley para regular el consumo de alcohol, que tuvo que retirar cuando el Ejecutivo temió que se volviera en su contra. Ha sido, quizás, uno de sus fracasos más sonoros. El sector del vino se opuso frontalmente a su adscripción al área de medidas más restrictivas y el propio Rodríguez Zapatero tuvo que anunciar que el proyecto se quedaba en el cajón.

Terminó la legislatura en Administraciones Públicas, cargo que mantuvo tras las elecciones de 2008. Su gestión del fondo para financiar con 8.000 millones obra pública municipal que contribuyese a contener el paro le valió algunas críticas, pero puede haber sido el trampolín definitivo para su acceso a la vicepresidencia segunda.

Sus amigos dicen que el semblante gélido que exhibe en público es, en parte, un farol para tapar su timidez. En el regate corto, aseguran, Salgado es «más cálida» y tiene un buen grupo de amigos con el que comparte sus grandes pasiones, el senderismo y la montaña, y con el que ha realizado hazañas como subir hasta la cumbre del Kilimanjaro.

Rodríguez Zapatero acaba de situarla ante otro objetivo, mucho más elevado y en medio de una gran tormenta. El tiempo dirá si logra alcanzar la cima o, como su antecesor, recoge el equipo y se retira.