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ESPAÑA

El cambio fraguó en veinte días

El presidente maduró la sustitución de varios de sus ministros en los descansos de las cumbres internacionales

R. GORRIARÁN
| COLPISA. MADRIDActualizado:

José Luis Rodríguez Zapatero agarró un enfado bíblico al enterarse en Estambul de que buena parte de su crisis de gobierno era un secreto a voces en España. Sus colaboradores dicen que así fue, aunque ayer se esforzó en restar importancia a lo ocurrido.

La secuencia prevista era la siguiente: acudir al G-20 en Londres, al 60 aniversario de la OTAN en Alemania y Francia, cumbre UE-Estados Unidos en Praga y reunión con Barack Obama, y foro de la Alianza de las Civilizaciones en Estambul; regreso a España en la madrugada de ayer y despacho con el Rey para informar al jefe del Estado de los cambios.

Tras la comparecencia pública de ayer, el plan era celebrar hoy un Consejo de Ministros con los nuevos responsables sentados en torno a la mesa, y el bucle se cerraba con la reunión del martes próximo con diputados, senadores y europarlamentarios socialistas para galvanizar los ánimos ante las elecciones europeas de junio.

Era una agenda destinada a rentabilizar éxitos diplomáticos, dar un impulso a la gestión gubernamental con la remodelación ministerial e insuflar optimismo a los alicaídos grupos parlamentarios. Buena parte de la estrategia se fue al traste con la filtración de la crisis con el presidente a 4.000 kilómetros de distancia, algo nunca visto en la historia democrática. Rodríguez Zapatero, sin embargo, minimizó el hecho y apeló a la ironía para restar trascendencia a lo ocurrido, que atribuyó a «nuestra clara vocación de transparencia» en la gestión pública.

El jefe del Ejecutivo empezó a madurar la crisis hace tres semanas y llevaba buena parte de los deberes hechos cuando viajó a Londres: ya había cerrado la entrada en el Gobierno de Manuel Chaves, así como los relevos de Pedro Solbes y Magdalena Álvarez por Elena Salgado y José Blanco.

Una vez en la cumbre del G-20, el presidente del Gobierno, inveterado aficionado al teléfono móvil, prosiguió sus contactos: Ángel Gabilondo fue, según fuentes socialistas, quien más se resistió a dar el paso desde el Rectorado de la Universidad Autónoma de Madrid hasta el Ejecutivo.

Fue más fácil con Ángeles González-Sinde y con Trinidad Jiménez, con la que habló en último lugar ya que no tenía dudas de que iba a aceptar la oferta. El propio jefe del Ejecutivo resumió así el proceso: «cuando fui al G-20 tenía definido y bastante aproximados los cambios, y algunas cosas las he ido pensando en las cumbres».

Rodríguez Zapatero aprovechó las primeras horas de ayer para comunicar a Bernat Soria, Cesar Antonio Molina -al que tuvo que enviar un avión militar a Egipto, donde se encontraba de visita oficial- y Mercedes Cabrera que prescindía de sus servicios. Cumplido el mal trago, despachó con el Rey y cerró la crisis.