Responso por alegrías
Familiares y amigos velaron ayer en Sevilla el cuerpo de Chano Lobato que será incinerado esta mañana en el Cementerio de San Fernando de la capital andaluza
| SEVILLAActualizado:El cuerpo inerte que fue hasta ayer noche Juan Ramírez Sarabia reposa rodeado de olorosas coronas en una amplia sala del tanatorio de la SE-30, en Sevilla. Eso, el cadáver, la desaparición, la tristeza. Y en el otro lado de la balanza, el espíritu, el recuerdo, la sonrisa. Porque el alma que vivía hasta ayer dentro de él, esa que hizo llamarse Chano Lobato, ocupó cada rincón de la sala 22 en un retal de abrazos y sonrisas en el velatorio más amable de los que pueda vivir un ser humano.
El cadáver del gaditano se rodeó de las lágrimas, los abrazos y las palmadas en las espaldas de los suyos, y también de los curiosos sucedidos que salpicaron una existencia calificada por unanimidad como única e irrepetible. Chano había roto el molde. Por las conversaciones y los corrillos circulaba la pena de la mano de las anécdotas de la lata de pollo en el transiberiano, los follonazos de Matilde Coral cuando levantaba la pierna, el compás.
Hasta los suyos, con la congoja de la pérdida, fueron incapaces de no sonreir en el siempre implacable relato de la diabetes fatal que se lo llevó con 81 años. «Cuando lo trajimos a casa y estaba en cama, sin poder moverse, todavía me dijo que era un sieso porque no le traía tinto de verano y caracoles, como le había prometido en el hospital...» Habla Chano hijo, Chanito para todos los que hicieron piña ayer en Sevilla. Fue él el que se lo encontró horas después de lo de los caracoles -«ya estoy harto de tanta papilla y de agüita»-. «Estaba dormido con las manos juntas como si estuviera dando palmas», dice el hijo, que confirma que se cumplirá su última voluntad: «vosotros me incineráis y me echáis en el Guadalquivir a su paso por Triana y tras la antigua cárcel de Cádiz, en Santa María». Así será, cuando pase Semana Santa. Antes, el cadáver del genio se incinerará esta mañana en el cementerio de San Fernando en Sevilla. A las 9.15, recibirá un reponso abierto al público en el la capilla del tanatorio sevillano.
Chano hijo, su viuda Dolores y sus hermanas, arrasadas por la pérdida estuvieron arropadas por una piña de amigos del artista, salpicada de personalidades tanto del arte como de la política. «El teléfono no ha parado de sonar», dijo Chano, que había recibido el apoyo de la consejera de Cultura de la Junta Rosa Torres -de misión diplomática en Turquía-, el defensor del Pueblo, José Chamizo, las alcaldesas de Cádiz y Jerez, los representantes de la Sociedad General de Autores, etc.
Hombro con hombro con la familia, ocupándose de lo que hiciese falta estuvieron muchos de los grandes del flamenco, comandados por la presencia inmensa de Matilde Coral y Maite Pulpón.
Coral entreveró las risas con la humedad en los ojos. Con ella pasó años Chano Lobato, acompañándola al cante. «A él le debo la mitad de mi éxito. Chano fue único, irrepetible, un ser humano inmenso. Y el mejor cantando por cantiñas y los cantes del Puerto», dice la artista, que reconoce que «sin Chano ya nadie le va a cantar por cantiñas».
Del cantaor, Medalla de Andalucía y premio Niña de los Peines, dijo que «no habrá otro. Se fue el Beni y no hubo otro, se fue Lola Flores y no hubo otra. Chano podía levantar un estadio hablando». La bailaora recordó con el periodista de Canal Sur Jesús Vigorra alguna de las anécdotas más brillantes del genio. «El día que murió Chano va y dimite Solbes. Y él sin verlo... ¡No lo soportaba! Le decía La mosca de la siesta, porque hablaba p'adentro y no le entendía». Pansequito tampoco faltó a la cita con aquel cantaor que conoció en El Duende, «el último mohicano del flamenco». «Yo pataleaba, era un niño, y ellos unos hombres», recordaba.
«El último romántico»
Fosforito corrobora una figura de «una leyenda, el último romántico, el heredero de los cantes, con toda la sal de miles de años de Cádiz en la boca y una capacidad rítmica brutal sin ser gitano. Estaba pasao de compás». Para Fosforito, las sonrisas en el velatorio estaban dentro de la lógica de un ser al lado del cual «no se podía tener tristeza». Poseía «una energía arrolladora» para Miguel Poveda, así que es «normal que hasta en su muerte despertara una sonrisa». Aurora Vargas recordaba con dulzura cómo Chano Lobato le llama Scarlett O'Hara «por mala», la enésima genialidad de una despedida en la que el humor no tapó la tragedia. «Su estilo fue el propio de una estirpe de gentes como Aurelio Sellé, Pericón o Espeleta de la que es digno heredero pero que se perderá con él y nunca volverá a repetirse», dijo Francisco Perujo, director de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco. «Un hombre que salió muy pronto de Cádiz, pero del que Cádiz no salió nunca». Descanse en paz.
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