Sociedad

«A lo mejor su muerte es otro de sus geniales embustes» se va una figura irreemplazable

Personalidades de la cultura coinciden en que

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De rey, dios o paladín del flamenco. Los calificativos entorno a la figura humana y profesional de Chano Lobato no dejaron de sucederse a lo largo de la jornada de ayer en todos los rincones del mundo de la cultura. Valgan de homenaje, reconocimiento o asunción de una pérdida que, todos coinciden, es irreparable.

«Se ha ido un hombre maravilloso, el rey del ritmo, el cantaor más festero de los siglos XX y XXI», declaraba José Mercé desde Madrid. Nostálgico, recordó cómo los dos artistas se conocieron en Marbella en 1973 y, desde entonces Chano Lobato se convirtió en un «padre» para el cantaor jerezano. «Se nos va un puntal importantísimo de la Generación del 27, como a él le gustaba decir», remachó Mercé.

Para uno de los sucesores de su arte, David Palomar, la noticia de la muerte del artista del barrio de Santa María provocó el recuerdo del «susto» que Lobato vivió en 2006, cuando un cuadro hipoglucémico obligó a trasladarlo en el coche de la alcaldesa en el día que la Reina Doña Sofía visitaba la ciudad. «Era mi escuela a seguir, la única fuente que nos quedaba del flamenco de Cádiz. Intentaremos defender todo lo que nos ha dejado», confesaba Palomar.

Otro de los grandes exponentes de los cantes de Cádiz, la voz de Mariana Cornejo, temblaba al recordar al «amigo». «Su gracia, compás, picaresca y sabiduría han recorrido el mundo y ahora su discografía nos ayudará a mantenerlo vivo en nuesta mente y corazón», destacó la cantaora.

El que fuera el representante de Chano Lobato durante 15 años, Antonio Benítez, se mostró «acongojado» por el fallecimiento de un «hermano». «Era un hombre entrañable», como Beni o Pericón, dotado de una gran inteligencia para contar historias como nadie», subrayó.

«Chano era el último gran representante de los cantes de Cádiz e incluso los enriqueció con sus aportaciones. Su personalidad desbordante, su gracejo e inteligencia hacen de él un personaje de gran valor artístico y humano», glosó Caballero Bonald.

A Juan Manuel Suárez Japón la noticia del fallecimiento le «pilló» camino a Cádiz desde Sevilla. «Se va un artista como la copa de un pino, un pedazo enorme de la cutura andaluza y gaditana», resaltó.

Valgan las palabras de Antonio Burgos para resaltar la inmortalidad del último «cantaor y contador» de las historias de Cádiz: «Su muerte, como la de Espeleta o Pericón, no me las creo. A lo mejor es uno de estos geniales embustes que cantó a lo largo de su vida».