El despegue de Chano
Actualizado: GuardarNo cantan ni los pájaros. Ni se oyen los canturreos de las maris en las cocinas de las batas. No se canta ni en la ducha. Se ha muerto Chano Lobato, la alegría de Cádiz. Tirititran, tran... tran. Adios. Así, a compás se ha ido vaya usted a saber dónde uno de los tipos más universales, si la palabra se toma como debe, es decir, de universo grande, lejano, estupendo. Espacial.
A estas horas, el alma de Chano sigue cierta ruta en diagonal por la Vía Láctea, que podría cantar Battiato. Es lo bueno de vivir como él, que uno puede morirse como le da la gana, de diabetes o de risa, algo así como aquel que se murió el inglés y cuando le preguntaron si iba a diñar dijo yes. Y palmó. El problema de su viaje sideral es el silencio que ha dejado, que está la ciudad calladita, vigilándose de reojo sin hablar, como en las paradas de bus de las capitales, Cádiz, ella, mirándose los pies. Lo malo de salir al espacio como un cohete, es cómo nos quedamos mirando las nubes con este extraño picor en los ojos y el corazón duro de plástico, extraño, pálido, vacío como una pelota de ping pong rebotando en el pecho. Tac tac, tac tac...
Three, two, one. Go. Mira cómo suben hacia ninguna parte los conceptos de Cádiz. El arte, la gracia, los bocatas después de cantar, el hambre, una cantiña, las palmas, las caricias, los caballos del mojones, el yorsair, un niño asomado a la reja del matadero, la negra Tomasa, los besos de ida y vuelta, un pellizco en un portal, lo que te conté de Pericón pescando un farol fenicio encendido en la Punta con la mar vaciando. La gran bola de fuego naranja que ha escupido al despegar el cohete de Chano por la popa ha quemado el césped. Ha borrado todas las entradas que nunca estuvieron en el Google.
Despegue completado. Una línea en el cielo. Saldrá Zapatero. Conexión en directo. «Calculamos que, para que no suceda una gran tragedia, España necesita al menos media docena de Chanos». Qué cachondeo más triste. Y él en los cielos...