Culpa nuestra

El nuevo responsable del Injuve, muy conocido por estos lares, no ha tardado es pillarle el tranquillo al lenguaje ambiguamente perverso de la administración. Es de suponer que a los retoños de los partidos con vocación de gobierno les hacen un cursillo acelerado de analítica hueca, dialéctica de autodefensa y demagogia de baja intensidad, para que no destaquen demasiado sobre los gestores veteranos, expertos en no decir nada importante sobre nada importante y en echar balones fuera hasta cuando van al cuarto de baño.

El Joven Elegido, tras dedicarse en cuerpo y alma a diseccionar la cuestión, viene a afirmar en la prensa que los Jóvenes No Elegidos como él están frustrados porque: a) No todos pueden ganar 3.000 euros y tener un Audi. B) No están lo suficientemente formados. C) No son emprendedores. Una vez convenientemente manipulados, esos tres principios corresponden, en exclusiva, al ámbito de las competencias individuales. Vamos, que ni el Sistema del que él mismo participa ni el gobierno del que depende su sueldo tienen la más mínima responsabilidad. Con este panorama, los mártires de la causa (como él mismo) están trabajando duro para que los chavales dejen de ser unos vagos desmedidamente ambiciosos, inconcientes y cobardes. Y no les sale. Quizá el problema sea que el 99,9% de ellos, entre los que aún me incluyo, además de su torpeza, cuentan con otra cosa en común: nunca han tenido ni puñetera idea de para qué carajo sirve el Injuve. Pero, claro, eso también debe ser culpa nuestra.