Portada del libro. /L.V.
Sociedad

'La noche no tiene paredes', un ejercicio de memoria

El escritor jerezano Caballero Bonald publica su último libro de poemas, editado por Seix Barral

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El mundo poético que Caballero Bonald inaugura en 1952 con Las adivinaciones, está transido de noche. La noche de Versículo del Génesis, es un trueno, un vértigo, un grito que se abate sobre espacios desolados. Por las ventanas, por los ojos/ de cerraduras y raíces,/por orificios y rendijas/ y por debajo de las puertas,/entra la noche. Es la primera estrofa del primer poema de su primer libro. A ella se dedica su última obra, La noche no tiene paredes, una colección de más de un centenar de poemas que el escritor jerezano, de 82 años de edad, presentará en público a mediados de mes y que ya está a punto de salir a las librerías, editado por Seix Barral.

La noche es para Caballero Bonald no sólo símbolo de lo desconocido, de lo que se resiste a ser dominado, sino un espacio preferido para la vida, para la disidencia, la heterodoxia, para ir contra lo establecido, contra las buenas costumbres.

En esta última entrega de su obra, la noche sigue siendo el ámbito poético dominante, pero revisado desde la edad, desde la experiencia, «en la frontera de la temeridad». «Desmentido por el tiempo», dice, están en el libro todas las constantes y las preocupaciones del poeta jerezano, su paisaje mítico (Argónida, el mar, los pájaros, también la Caleta de Cádiz, el Río Magdalena y Oriente) y su inconmensurable maestría en el uso del lenguaje. Las palabras, que protagonizan también algunos poemas, (Vengo de una palabra y voy a otra/ errática palabra y soy esas palabras/ quemutuamentese desunen y soy/ el tramo en que se juntan/ como los bordes negros del relámpago...) parecen esculpidas, encajadas en su justo espacio, perfectas, preciosas.

Con ellas, siempre presente toda la tradición poética de la que Caballero Bonald ha bebido, desde los místicos hasta los clásicos, todos ellos, con citas desde Rimbaud a Miguel de Molinos, Ibn Arabi, Góngora, Juan Ramón, amalgamados en una única voz original, pero con resonancias, a veces puntuales, otras sugeridas, de la mejor poesía de todos los tiempos.

Una de las constantes de este libro -en esta breve aproximación que no quiere ser sino una primera noticia, apresurada y urgente, producto de una lectura somera- es la evocación, la mirada al pasado, con una cierta tentación testamentaria, traspasada por una serenidad notable y una ternura inevitable, que aflora más que de costumbre entre la lucidez y la tristeza de estar aquí acordándome de algo /que queda ya más lejos que el recuerdo.

Atrás se va quedado el acumulativo refrendo de los días/ el denso imprecisable aluvión de memorias/donde se alternan discontinuamente/ figuras, horizontes, episodios, las ganancias y pérdidas /que en el ámbar del tiempo se recluyen./ Vivir es ir dejando atrás la vida.

Y hay también poemas más amplios, paisajes narrados, momentos en los que la noche parece abrirse hacia lo indecible. Pero no hay rendición: La noche es un remedo veraz de insumisión.

El Caballero Bonald irónico, sardónico, está también en muchos brillantes momentos, hábil y profundo. La única estrategia que puede más que el tiempo/ es conseguir perderlo impunemente.

Así, la evocación a veces es inclemente con él mismo: Si un día de repente me acordase /a la vez/(no lo olvides)/de todo/ l o vivido, ¿qué sería de mí?/Cómo iba yo a prevalecer/ frente a tantas comparecencias indebidas, pasos/en falso, desatinos, tretas, gozos,/ simulaciones?

Está, cómo no, su poesía amatoria, más dulce que nunca: ¿Qué habría sido de mí sin esas donaciones/ consoladoras de tus ojos? ¿Cómo/ habría yo podido sustraerme/ a la evidencia de saber que he vivido/ porque estaba mirándote. O el poema Quién si no tú, una especie de ajuste de cuentas sentimental.

Los lectores de José Manuel Caballero Bonald encontrarán en este libro una nueva muestra del trabajo de un poeta mayor, esencial, que evoluciona con el vigor de un joven y de un clásico a la vez en un mundo propio, hacia una mayor claridad y perfección.