Desafío compartido
Actualizado: GuardarL a OTAN conmemoró ayer su 60º aniversario sacudiéndose parte de las dudas que planeaban sobre su identidad y su futuro en una cumbre tan señalada procurando un compromiso renovado sobre el desafío para la seguridad y estabilidad internacionales que suponen el conflicto en Afganistán y sus ramificaciones en Pakistán. Un compromiso que no colma las aspiraciones de la Administración Obama, pero que permite al presidente norteamericano obtener resultados tangibles de la política de persuasión. La movilización por distintos miembros de la OTAN de un total de 5.000 nuevos efectivos militares, destinados en buena medida a garantizar las elecciones presidenciales en Afganistán del próximo 20 de agosto, y las dotaciones conjuntas de cien millones de dólares para reforzar el entrenamiento de las fuerzas de seguridad del país y avanzar en su reconstrucción civil pueden ser interpretadas como insuficientes ante el recrudecimiento la violencia insurgente y la amenaza del terrorismo internacional que representa el doble frente en 'Afpak'. Pero facilitan a los estados europeos conjugar el inexcusable compromiso que exige el deterioro de la situación en un punto donde se juega "la libertad del mundo", según subrayó ayer Nicolas Sarkozy, con los recelos que las misiones militares en el exterior siguen despertando en parte de las opiniones públicas de los estados de la UE.
Pero ni esos recelos, ni las reticencias que pueda continuar despertando el hiperliderazgo de EE UU pese a las adhesiones que está concitando Obama, ni la percepción difusa por parte de los socios de la OTAN de los riesgos que entraña el terror global deberían llevar a Europa a circunscribir su despliegue en Afganistán a la cita electoral de agosto, si las circunstancias exigieran prolongarlo; y menos a eludir, en un horizonte más amplio y a largo plazo, el necesario debate sobre la propia seguridad común. Un debate que exige clarificar si los socios comunitarios están dispuestos a asumir que ésta es también una tarea de la que les corresponde responsabilizarse de manera concertada. Las disyuntivas y dilemas que suscita un orden mundial cambiante también conciernen a España, que unirá al envío anunciado de doce soldados para formar al Ejército afgano y al grupo de guardias civiles que hará lo propio con la Policía 450 militares más para garantizar la cita con las urnas, objetivos a los que aportará nueve millones de euros. La mayor predisposición mostrada ahora por el Gobierno de Rodríguez Zapatero a involucrarse en el conflicto afgano, aunque se ciña a la convocatoria electoral, no debería responder sólo a la recuperada sintonía con EE UU. Ha de enmarcarse en una estrategia planificada sobre el papel que tiene que desempeñar nuestro país en el concierto internacional y la seguridad colectiva.