Bolonia
Actualizado: GuardarPasan los años, cambian los gobiernos, se suceden los planes de estudio y las encuestas de los resultados obtenidos, y el fracaso escolar no remite y seguimos a la cola de Europa.
Catedráticos y profesores de universidad afirman que los alumnos que inician una carrera universitaria llegan cada vez menos preparados no sólo en lo que se refiere a las materias, sino al proceso mismo del estudio y de adquisición del saber. Son muchos los alumnos que sólo trabajan para pasar curso y por tanto hacen el esfuerzo mínimo, no sea que se pasen en el estudio y aún les sobre nota.
Los padres acusan a los maestros, los maestros a la falta de recursos, y a los alumnos les importa un pito el debate sobre la educación con tal de que puedan irse de botellón. No tienen la menor intención de continuar estudiando, ya que el saber en sí mismo no les atrae y lo único que quieren es un trabajo de lo que sea, que harán con la misma desgana con que han hecho sus someros estudios, ganar unos dineros y comprarse un coche.
Ya lo sé, no son todavía una mayoría, y lo que digo no puede aplicarse a todos los jóvenes porque son muchos los que estudian con verdadero fervor, están interesados en los conocimientos que adquieren y se avergonzarían de acabar su formación a los 18 ó 20 años y quedarse como son a esta edad, incapaces -reconociéndolo o no- de seguir formándose porque ya no saben cómo hacer el más mínimo esfuerzo intelectual y porque a estas alturas, aunque lo hicieran, apenas notarían los resultados. Ya se sabe el importante papel que juega la constancia en el aprendizaje de cualquier disciplina.
De ahí que sea tan estimulante que estudiantes de muchas ciudades españolas se revelen contra el Plan Bolonia, que desprecia el humanismo en favor de las técnicas y las tecnologías y exige tal alarde de recursos materiales que en un país como el nuestro, que lleva decenios con un presupuesto insuficiente en educación, a la fuerza ha de acabar privatizándose la universidad. Reclaman que se debata con ellos este plan, ya que a ellos concierne en primer lugar, y que se les den garantías, porque defienden la enseñanza pública y laica como la única que mantiene los valores de las ideas universales de justicia, libertad e igualdad y no se produce al amparo de creencias y tradiciones que en absoluto valen para todos los seres humanos. Una actitud sumamente encomiable y poderosa que nos llena de esperanza.