Sociedad

No parece española

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Al ver las primeras imágenes de Planet 51 nadie espera ver en sus créditos tanto nombre latino. Uno puede creer que los creadores de 'Toy Story' ya están liándola de nuevo. Por estética y temática, la etiquetada como película más cara del cine español da el pego, parece americana. Luego es bastante posible que triunfe en las salas. El tráiler llama la atención, el espectador esboza una sonrisa, reconoce los códigos y sabe qué es lo que va a ver. ¿Cómo nos tomamos la jugada desde una óptica artística?

Hay que aplaudir Planet 51. Ojalá surjan propuestas similares, con tan buen acabado. Hay que saber emular, no vale con fotocopiar. De igual manera podemos tomarnos el avance de Ágora, lo nuevo de Alejandro Amenábar. Sólo hay que leer los foros de Internet: «Tiene buena pinta, no parece española». Vale. Bien. Si este tipo de productos ganan dinero y generan una industria de verdad, hay que aplaudir la maniobra. El problema es acabar siendo una copia descarada, un reflejo en el esp ejo que puede devenir espejismo. A los cachorros del cine español no les mueve el imperativo de matar al padre, ni siquiera el impulso de significar. Lo que quieren es pertenecer. Y, cada vez con más frecuencia, pertenecer a Hollywood.

Ahí están cintas fallidas como Espíritu del bosque, que no hacen ascos a la influencia de Pixar probablemente porque no tienen pasta (y quizás tampoco ideas). Hay apuestas experimentales como De profundis, del reputado Miguelanxo Prado, o Gritos en el pasillo, realizada enteramente con cacahuetes. La crisis carnívora, un cartoon para adultos, convive con reyes del stop motion como Pablo Llorens.

Lo ideal sería encontrar un equilibrio entre la evasión y la reflexión, competir con Hollywood con sus mismas armas. Combatir al enemigo desde dentro, manteniendo un carácter propio.