ANÁLISIS

Tres minutos con obama

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

I gnoro las razones por las que se ha instalado entre nosotros un tipo de periodismo faltón y sectario que tiende a destrozar lo que ignora, por un lado, y lo que no le conviene, por otro. Este periodismo crápula es, en contra de lo que proclama, el menos patriótico de los posibles. Siempre que alguien nombra a la patria hay que tocarse la cartera; permítanme que lo haga ahora que el presidente Zapatero está en Londres. En circunstancias normales, que el presidente de España esté con Obama, Brown, Merkel y Sarkozy debería hacernos pensar que algo, quizá no mucho, contamos en eso que llaman el concierto de las naciones. Pero no. Leo que hay quien con entusiasmo destaca su papel mediador entre partes enfrentadas. Y leo también que le llaman 'okupa del G-20'. ¿Qué nos pasa? No es fácil defender al presidente. Lo que dice y hace, sus silencios tan sospechosos como elocuentes, y su sonrisa afectada invitan poco a la comprensión. Pero ahí está, en Londres. Algo hay que no hemos digerido bien los españoles que hace que sintamos placer cada vez que nos pegamos un tiro en nuestra bota.

Otra cosa es lo que llega a los medios; lo que sus ayudas dicen que dijo. Aquí está el problema. Si el encuentro con Obama en Buckingham Palace duró tres minutos es imposible que pudieran hablar de España, la crisis, la OTAN y sus aficiones deportivas. Es la desmesura la que hace poco fiables a los presidentes de España cuando viajan. Nada más llegar al Gobierno, Aznar estuvo tres minutos en Downing Street con Tony Blair, y sus edecanes dijeron que habían sido 15. Luego supimos que Aznar pidió ir al excusado, y que eso hizo que alguien pudiera hablar de un encuentro distinto. Sea o no verdad el sucedido, algo nos pasa con nuestros presidentes. Y algo les pasa a ellos, claro. Al que está y al que pretende llegar a La Moncloa, que ya debería estar estudiando inglés.