HEGEMONÍA. Jenson Button celebra con su compañero Rubens Barrichello el triunfo en el Gran Premio de Australia. / EFE
Deportes/Motor

Los chicos de Brawn abusan en su estreno en la Fórmula Uno

Button y Barrichello se imponen con un equipo debutante, algo que no ocurría desde hace 32 años

| COLPISA. MELBOURNE Actualizado: Guardar
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Fue el lenguaje de los gestos en una refrescante ceremonia del podio lo que devolvió un cierto sentido lúdico a la Fórmula 1. Desde que Michael Schumacher empezó a imponer ese tono monocorde -el gano, brinco y saludo- y el contagio se extendió entre los pilotos, pocas veces los protagonistas se salen de un guión medio robotizado. Cuando estás contento, te apetece cantar, razonaba Pedro Delgado para explicar la necesidad de contar con una letra para el himno español. Cuando estás en lo alto del cajón de la Fórmula Uno, debe apetecer bastante gritar y regar al gentío con champán. Eso hicieron los chicos Brawn en Melbourne.

Escaló Button a la cúspide de la pirámide y recordó que tenía un compañero unos centímetros más abajo. Saludó afectuoso a Barrichello y ambos guiñaron el ojo en gesto de complicidad. Llegó Ross Brawn, el director galáctico, y a los dos pilotos les faltó tiempo para reconocer su autoridad con una palmada en la espalda. Acabó el God save the queen en honor del ganador y, como es preceptivo y casi debería ser obligatorio para que no se les catalogue como divos soberbios, Button y Barrichello encharcaron de cava la placa con la que se protegía Ross Brawn.

Fue la imagen del día en Melbourne, unos minutos antes de otro motivo simbólico que captaron las cámaras en el pit lane. La felicitación de papá Hamilton al padre de Jenson Button, inglés rubicundo de camisa abierta al estilo Jesús Gil, en algo que puede sonar a trasvase de poderes si la historia se repite. Que parece se repetirá. Los coches Brawn abusan.

Fuera de las estadísticas

El Mundial de Fórmula Uno arrancó con una conquista fuera de las estadísticas en un dato que suena tremendo. Hacía 32 años que un equipo debutante no ganaba en la primera carrera (fue el Wolf de Jody Scheckter en 1977) y la abundante documentación que maneja la informática de la Fórmula Uno no recoge al primer vistazo que exista un precedente de una escudería haciendo doblete en su primera aparición. Sólo la duda de un coche Mercedes en 1954, cuando el pleistoceno de las carreras. «Se lo dedico a mi familia, por ser tan fuerte», declaró Jenson Button. «No estoy en la segunda, sino en la tercera juventud», ha resumido Barrichello, de nuevo activado para la vida pública de la F1 a sus 37 años.

Si las mentes calientes de este deporte querían igualdad y emociones, lo han conseguido. Las nuevas normas han modificado de momento el escalafón jerárquico y Albert Park remató la primera faena con una representación muy entretenida de los protagonistas, en la que Fernando Alonso salvó los muebles con un mal menor. Quinto puesto y cuatro puntos en una cosecha de superviviente.

Los Brawn compiten fuera de concurso. Tal es la superioridad de estos coches que se puede cuestionar la proporción de influencia de un piloto al volante. Button corrió sobrado, sólo incordiado por la pujanza de Vettel, el alemán que puede discutir a Alonso un futuro en Ferrari. Barrichello salió de pena, falto de costumbre como está a no ver coches delante de su visera. Y aún así acabó segundo, adelantando a todo bicho viviente. Alonso se incrustó en una pelea en la mitad de la tabla de la que salió airoso. Empezó mal, esquivando el accidente de la primera curva por la hierba, y remontó desde la antepenúltima posición en una carrera constante, frente a los obstáculos, ejercicio de supervivencia. Más remontó Hamilton, que salió el 18 y acabó tercero en una tarde soberbia, utilizando cada recoveco a su favor.

Desastroso fue el día de Ferrari: Massa se retiró cuando optaba a los puntos y Raikkonen visitó cinco veces el garaje antes de acabar el último. Bajó la bandera a cuadros con el coche de seguridad cediendo el paso a los bólidos, pero no terminó la carrera. La odiosa costumbre del rearbitraje posterior en maniobras que suenan a política cambiaron el resultado. Trulli, que había completado un podio de veteranos, fue enviado a galeras por no se sabe qué maniobra subterránea durante el trayecto con el coche de seguridad. Hamilton escaló un puesto más, tercero, aunque no saboreó el podio de los flamantes chicos Brawn.